Guillermo Vidalón

El Estado omnipotente

El Estado omnipotente
Guillermo Vidalón
10 de agosto del 2016

No le corresponde al Estado imponer la diversificación productiva

Hace bien Bruno Giuffra, ministro de la Producción, al afirmar que la diversificación productiva la hacen los emprendedores y no el Estado omnipotente. La precisión resulta trascendente porque hay quienes creen que el Estado es un ente desde el cual se deben imponer puntos de vista particulares, cuando la función del Estado es garantizar la institucionalidad de los consensos que surgen de la ciudadanía.

Si se tiene en claro cuál es el paradigma del Estado —servir a la ciudadanía y no al revés—, la función del empleado público se convierte en servicio para la población y no en una cuota de poder desde la que se hace uso y abuso del mismo. El Ministerio de la Producción puede colaborar a alcanzar consensos entre los agentes económicos para convertir en políticas públicas aquellas áreas de interés que le resulten comunes, pero no tiene la potestad de imponer al ciudadano algo más allá de lo que la ley lo obliga. Y es al Estado al que le corresponde hacer respetar esos consensos.

Cuando se señala que hay que diversificar la economía y, al mismo tiempo, no se proponen mecanismos de partida iguales para todos los emprendimientos, lo que en verdad se está pretendiendo es que desde el Estado se establezcan “incentivos”. Es decir, beneficios económicos para quienes hayan logrado un mayor acercamiento a quienes se encuentran en la cúspide del poder. Hay quienes desean sustraerse a la ley de la oferta y la demanda, a la libre competencia, para obtener ventajas que no son consecuencia de su propio emprendimiento ni de su libre iniciativa privada.

Sobre el particular, cabe preguntarse, ¿Serán tontos los emprendedores que definieron cuál era su área de mayor conocimiento para trabajarla y perfeccionarla y desde allí lograr mayores ventajas respecto de otras actividades económicas? Evidentemente no. ¿Es beneficiosa la diversificación productiva?, Evidentemente sí, pero su imposición es perniciosa. Cada vez que desde el Estado se intentó algo similar, el resultado fue contraproducente.

Desde el Estado se impidió que el consumidor acceda a mejores opciones de compra, limitándose su libre decisión a adquirir solo aquello que se encontraba en el mercado. El mito que ronda en las mentes de algunos funcionarios públicos es: “Hay que dejar que la industria se consolide en el mercado local para que, una vez fortalecida, salga a competir en el mercado internacional”. En consecuencia, justifican el establecimiento de aranceles y barreras de ingreso a productos del exterior similares a los producidos en el mercado local. A falta de competencia, la diversificación inducida desde el Estado no logró su consolidación y tampoco fortaleció a la industria local.

Para que la diversificación productiva deje de ser solamente un enunciado atractivo y se construya sobre una base sólida, se necesita seguirle los pasos a los emprendimientos locales y promover sinergias que beneficien a todos, en lugar de optar por el dirigismo estatal.

 

Guillermo Vidalón del Pino

 

 

Guillermo Vidalón
10 de agosto del 2016

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