Carlos Hamann

El Estado, la población y los terroristas que cumplieron condena

El Estado, la población y los terroristas que cumplieron condena
Carlos Hamann
07 de septiembre del 2017

No podemos mezclar a víctimas con victimarios

En menos de una semana se cumplirán 25 años de la captura del líder terrorista Abimael Guzmán y la cúpula senderista, realizada el 12 de septiembre de 1992. Ha corrido mucha agua bajo los puentes desde entonces y no pocos han pretendido relativizar la acción terrorista, redefinirla como conflicto armado interno y poner al Estado en el mismo plano que el movimiento terrorista.

En efecto, desde el año 2001 se ha perseguido de manera recurrente a los militares y policías que valerosamente lucharon en defensa de la ciudadanía; y se han levantado monumentos de los materiales más sólidos, piedra y concreto —como para que perduren en el tiempo— para relativizar la acción agresora del terrorismo. No podemos mezclar a víctimas con victimarios, es lo menos que merece la memoria de aquellos que perdieron sus vidas a manos de las sanguinarias huestes del camarada Gonzalo, así como sus familias.

Han empezado a salir en libertad, luego de cumplir condenas revisadas, los líderes más identificables de las organizaciones terroristas Sendero Luminoso y MRTA. A quienes creemos en el Estado de derecho como base de una nación justa y próspera, nos toca aceptar que cumplidas las condenas —aun cuando no hayamos estado de acuerdo con la revisión de sentencias— corresponde la libertad. Eso no significa, por cierto, que a un amplio sector de la población le deje de generar preocupación la libre circulación de quienes causaron tanto daño y retroceso al país, quienes no han pedido perdón. Dudamos que, en muchos casos, sus intenciones hayan cambiado.

Quienes fuimos niños y jóvenes en los años de apogeo del terrorismo, recordamos —pues los tenemos grabado en mente y alma— los apagones, las universidades tomadas, los sindicatos infiltrados, los perros colgados de postes, las amedrentadoras pintas rojas al amanecer, los paros armados, las cárceles liberadas, los asesinatos y ejecuciones de campesinos, líderes comunales, fiscales, magistrados, policías y militares. Y quienes defendían, organizaban y ejecutaban aquello esperan pocos días por su libertad.

Si ello no nos preocupa, si creemos que las condiciones actuales de nuestro país hacen imposible que esta amenaza contra la forma en la que la amplia mayoría de peruanos quiere vivir se fortalezca y resurja, si consideramos que nuestras diferencias no las podemos resolver por la vía democrática, entonces no hemos aprendido nada. Si seguimos relativizando el accionar terrorista, de verdad no hemos aprendido nada.

Por ello, llama la atención que un semanario de amplia circulación haga un extenso publirreportaje de la próxima libertad de la terrorista Maritza Garrido Lecca, capturada junto con Guzmán, de cuya protección en la ciudad de Lima estaba ella encargada. No soy asiduo lector de dicho semanario, pero no alcanzo a recordar una cobertura tan grande a un tema Se pretende reducir su actuación a la de una joven de clase media-alta con gran conciencia social —y no una, sino dos, historias de amor incluidas— que no se sabe cómo terminó prestándose de fachada para el cuartel general de la cúpula senderista. Tamaña irresponsabilidad, otra oportunidad pérdida.

¿Y que está haciendo el Gobierno? ¿Nuestros cuerpos de inteligencia, aquellos que no terminan de identificar el nivel de infiltración de los grupos filo-terroristas en las recientes huelgas del magisterio, cuentan con las herramientas necesarias para monitorear las acciones de los terroristas recién liberados? Un empresario amigo —que combatió desde su trinchera a los terroristas, haciendo empresa a pesar de las amenazas recurrentes contra su vida, la de su familia y sus trabajadores—, compartía esta preocupación y sugería “energía presupuestal”. Lo que hoy invirtamos en ello, se pagará con creces.

Carlos Hamann

Carlos Hamann
07 de septiembre del 2017

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