Dante Bobadilla

El Estado en el deporte

No necesitamos el monstruoso gasto de los Juegos Panamericanos

El Estado en el deporte
Dante Bobadilla
16 de marzo del 2017

No necesitamos el monstruoso gasto de los Juegos Panamericanos

Algunos burócratas han salido a decir que hay plata como cancha y que podemos seguir en la farra del gasto público en tonterías monumentales como la refinería de Talara y los Juegos Panamericanos. Y es que la burocracia, a estas alturas, ya no tiene vergüenza de malgastar el dinero público. Para eso cuenta con el apoyo entusiasta de la izquierda y de varios demagogos que defienden el estatismo derrochador.

Es difícil justificar racionalmente la intervención del Estado en actividades que son propias de la sociedad, como el deporte. ¿Qué hace el Estado metido en el deporte? Ya sabemos que el Estado no hace nada bien, y el deporte no es una excepción. Desde que Velasco se metió a regentar el deporte, todo ha ido cuesta abajo. Hay excepciones que confirman la regla, como el triunfo del Cienciano en la Sudamericana, logrado a punta de esfuerzo de un talentoso grupo humano, y al margen del Estado.

Nunca he entendido este afán de los gobiernos de meterse al deporte. Hasta sueñan con un Ministerio del Deporte. Los primeros en convertir al Estado en agente deportivo fueron los comunistas, inventores de lo que hoy llaman “centros de alto rendimiento”, especie de fábricas de atletas a sueldo destinados a competir en las olimpiadas. Obviamente el medallero de los países comunistas no reflejaba la realidad del deporte de sus respectivos países, donde sobrevivían a duras penas.

Pero el mal ejemplo cundió. Las burocracias de muchos países subdesarrollados y sin tradición ni cultura deportiva, soñaron con ser parte del medallero olímpico y crearon sus fábricas de atletas, incluyendo el Perú. Pero como acá todo lo hacen mal, ni siquiera eso ha funcionado. Sigue siendo un gasto inútil.

Al igual que en los países comunistas, acá tampoco hay relación alguna entre los atletas formados en estas fábricas de deportistas competitivos y la realidad del deporte nacional. El deporte nacional no es lo que hace el Estado, sino lo que hacen los clubes, los colegios, las universidades y todos los ciudadanos que deciden practicar algún deporte. Esa es la realidad del deporte nacional. Lo que hace el Estado es solo gastar dinero público en propaganda política, utilizando el deporte como excusa y jugando con el orgullo nacional de los ingenuos.

La verdad del deporte nacional no son los deportistas fabricados por el Estado en sus centros de alto rendimiento, sino lo que vemos en nuestras casas, barrios y escuelas. Es la tradición cultural de la gente que valora o no el deporte como parte de la educación. Para colmo, la crisis obligó al Estado a dejar las escuelas sin profesores de Educación Física, mientras nos engañaban con los “centros de alto rendimiento”.

Es patético escuchar a cada rato a comentaristas de radio y TV quejándose por el apoyo del Estado al deporte. Yo exigiría que el Estado deje de gastar dinero en el deporte. Quienes deben apoyar el deporte son los padres de familia y los ciudadanos. Cualquiera puede formar parte de un club, ya sea para practicar algún deporte o apoyar en la gestión. Tengo amigos que se han pasado la vida apoyando a su club, entrenando y trasladando generaciones de jóvenes a los coliseos y estadios, tratando con los padres de familia para convencerlos de apoyar a sus hijos en la práctica del deporte, llamando por teléfono a los amigos para que les donemos pelotas, etc.

Esa es la verdadera realidad del deporte nacional, y solo en la medida en que haya más gente apoyando de esta manera a los jóvenes —más padres apoyando a sus hijos en el deporte, más colegios y universidades involucrados en la práctica del deporte, más clubes dedicados al deporte— lograremos crecer en este campo. No gracias al Estado.

Olvídense de lo que hace el Estado. Dejen de llorar por la intervención del Estado, que solo despilfarra dinero sin resultados. No necesitamos ese monstruoso gasto en los Juegos Panamericanos, donde solo haremos el ridículo y luego nos quedaremos con instalaciones costosas en estado de abandono. Como las innumerables ciclovías hechas por alcaldes “poseros”, y que hoy no sirven para nada.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
16 de marzo del 2017

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