El Estado debe conducir, no el SUTEP

¿Quién tendrá la urgente reforma educativa?

La unidad del SUTEP (Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana) se rompió, y ahora en su seno luchan diferentes facciones opuestas y enfrentadas, que pugnan arduamente por la hegemonía y el control de la poderosa organización. En sus luchas mezclan los intereses y reivindicaciones de los profesores con los conflictos político-ideológicos que surgen entre sectores caracterizados por sus confusas posiciones de izquierda. Las facciones en pugna, son: 1. Patria Roja, partido que tiene la legalidad del Sindicato 2. Puka Llacta (Pueblo Rojo) 3. Conare - Movadef, organización oficial de fachada de Sendero Luminoso 4. Proseguir - Sendero Luminoso, grupo que pretende continuar la lucha armada. 

La existencia de estas facciones y rivalidades conforman un mundo político desconocido por las instituciones del estado, por los políticos de la élite gobernante y por los medios de comunicación. Se les llama terroristas, simplonamente; Pero, poco se sabe de la profunda raíz social del SUTEP y de su poderosa influencia, pues son sus profesores quienes educan a millones de niños y jóvenes de los sectores populares. Por eso, en las manifestaciones de los SUTEP regionales marchan juntos  profesores, alumnos y padres de familia, pues todos ellos son parte del mismo problema: educación desastrosa, abandono e injusticia. En esos lugares, de extendida pobreza y alejados del Perú oficial, la educación pública es muchas veces el único contacto que tiene el estado con la población.

Las facciones más radicales del SUTEP se han instalado en las facultades de Educación de las universidades nacionales, en las escuelas normales, en los colegios públicos, en las escuelas rurales y en los sectores urbanos marginales. Militantes radicales promueven en esos establecimientos la formación de los cuadros para la insurrección y la revolución popular, como en el siglo XX.  
Las luchas internas  del SUTEP y sus resultados pueden, en la situación actual, convertir esa organización magisterial en la plataforma política desde donde emerja un movimiento insospechado contra el Estado, de alcance imprevisible. Recordemos que hace apenas tres décadas el país se estremeció con la insurgencia de Sendero Luminoso, movimiento que nació del adoctrinamiento  en una universidad y que ningún analista, ni científico social, fue capaz de prever ni de imaginar su importancia y envergadura.

Urge una revolución educativa conducida por el Estado y no por el SUTEP, como parece estar ocurriendo con la hegemonía del SUTEP. Para lograr ese cambio necesitamos responder a dos premisas fundamentales: qué clase de maestros debemos tener y qué tipo de ciudadanos van a formar. Las respuestas a estas interrogantes, dicen los expertos, constituyen el orden primordial de un debate en el que todos los peruanos debemos participar. Y es la base sobre la que se puede hablar luego de salarios y meritocracia. La educación debe dejar de ser un mito de ascenso social para convertirse en una realidad de progreso para todos los peruanos

Y si las diversas facciones del SUTEP luchan por el control de la Derrama Magisterial, el Estado debe volver a administrarla o encargarla a una entidad independiente al margen del sindicato, que paradójicamente señala en sus estatutos que se guían por el principio de la “lucha de clases”. Aparentemente quieren ser emergentes banqueros privados y revolucionarios comunistas.

No es el SUTEP el llamado a liderar la revolución educativa ni construir el Perú moderno, democrático y con justicia social. Son nuestros dirigentes quienes deben asumir con coraje y espíritu amplio el liderazgo que el país les demanda. ¿Tendrán valor para hacerlo?

Tino Santander Joo