Rocío Valverde

Él durmió al calor de las masas

Él durmió al calor de las masas
Rocío Valverde
29 de agosto del 2016

A dos años de la muerte del rockero argentino Gustavo Cerati

El 4 de septiembre se cumplirán dos años del adiós del más que ídolo latinoamericano Gustavo Cerati. La multitud doliente se echó a la avenida de Mayo para despedir al ser de luz, las lágrimas brotaban al pensar que el alma y el verbo de Cerati no se desparramarían más en estadios llenos de fervientes. Un lago en la tierra se formó frente a la Legislatura Porteña. Las rosas, las coronas fúnebres y los incesantes cánticos emocionaron a la inquebrantable madre de Gustavo, Lilian Clark. Ella ya no tenía que mostrarse fuerte al pie del cañón.

Siempre he pensado que septiembre es un mes que abriga mucha luz y sombra. Nacieron seres dotados del don de la música como Freddie Mercury, B.B. King, Ray Charles y Roger Waters. Y otros como Cerati, Pavarotti, Johnny Cash y Jimmy Hendrix en este mes volvieron a formar parte del eco del universo.

Conservo, como muchos latinoamericanos, el recuerdo intacto del día en que la noticia de la descompensación de Cerati se propaló en periódicos, portales de Internet y redes sociales. "Pobre Cerati, justo en Caracas y luego de terminar su gira" me dije luego de que el autobús girara a la izquierda por la rotonda de Alcalá. Uno nunca piensa que los ídolos no mueren, que esos seres místicos son invencibles, que se alimentan de sentimientos de pasión y deben permanecer intocados por el tiempo y la enfermedad. Un ser que maneja a miles de personas con sus manos, que con su presencia hipnotiza a más de 250,000 almas reunidas para perderse en sus acordes no podía irse por una descompensación.

Pasaron los días y supimos que esas comisuras de las que cantaba en “Zoom” se habían paralizado en él. Un crimen se había cometido. La creatividad de Cerati debía ser puesta a dormir. Todos buscaban signos de recuperación, signos de que ese sueño no sería perenne. Recuerdo haber esperado durante los primeros meses noticias de su salud, porque juraba que me despistaría un segundo y ya habría anunciado Cerati una nueva gira nombrada “Me verás volver en el séptimo día”. Habría, por supuesto, también compuesto nuevas canciones que relataban su experiencia en el borde, las sensaciones etéreas y de cómo vivió en otra piel.

Muchos partes médicos fueron publicados, hasta que el día 4 de setiembre del 2014 llegó. Era una tarde bastante gris en la ciudad de Vitoria y yo recién había abierto los ojos. Descansaba porque al día siguiente iba a viajar a Londres a celebrar el cumpleaños de Freddie Mercury, a visitar su casa, dejar una carta y hacer sonar una canción que guardo cerca a mi conciencia. Pensé una vez más en Cerati y abrí Twitter. Circulaba ya el comunicado oficial de la familia Cerati pidiendo respeto y consideración. No hacía falta leerlo. Se había acabado la promesa, no saldría el sol. El ángel eléctrico había abandonado la ciudad de la furia con una bocanada. Cerati dejó una herida abierta que se negaba a cicatrizar, porque esa sangre que fluía roja como la luna era la esperanza de vida que mantenían generaciones de latinoamericanos.

El mortal muere y queda su leyenda, más aún si es muy pronto. ¿Cuándo celebraremos tu cumpleaños y dejará de acongojarse el corazón por tu partida? ¿Cuándo llegará el día en que se vuelve a celebrar tu vida? ¿Cuándo tu legado nos quedará más cerca que el recuerdo de tu calvario público? Hasta entonces adiós, esperaremos ese amanecer. Nos vemos en un millón de años luz.

 

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
29 de agosto del 2016

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