El doble asesinato de Luis Banchero

Primero le quitaron la vida y después mataron todo lo que construyó

Estoy seguro que Luis Banchero Rossi habría suscrito este texto de Ayn Rand, ya que él sintió el orgullo de quien logra sus metas por sus propios medios, con trabajo, visión y responsabilidad social: “Soy rico y me siento satisfecho de cada centavo. He obtenido mi riqueza por mi propio esfuerzo, por intercambio libre, y gracias al consentimiento voluntario de todos aquellos con quienes he hecho negocios; el de quienes me dieron trabajo en mis comienzos, el de quienes ahora trabajan para mí y el de los que adquieren mis productos”.

Lucho Banchero murió el 1 de Enero de 1972, a los 42 años, asesinado en su casa de campo de Chacrasana. Su absurda muerte truncó una brillante y meteórica carrera empresarial. En el juicio más mediático de la historia judicial, se especuló que fue asesinado en venganza por haber delatado a Klaus Barbi, un criminal de guerra nazi escondido en Perú, o por un complot de la dictadura militar para privatizar la industria pesquera.

Cuando tenía solo 24 años, compró una empresa quebrada, Pesquera Florida, y a los 27 años tuvo su primera fábrica de harina de pescado. Revolucionó el mercado produciendo más y pagando mejor. Y para asegurar sus insumos formó Pesquera del Pacifico Sur y después creó la Naviera Humboldt, con la que construyó sus primeras embarcaciones.

Antes de los 30, lideró un consorcio privado mediante el cual el Perú logró ordenar su oferta pesquera al exterior. En 1960, a los 31 años, viajó a Europa, donde se enfrentó al magnate Joaquín Peña (COMERGERAL) y logró romper el monopolio mundial. Consiguió así los mejores precios y llevó al Perú a ser el primer productor mundial de harina de pescado.

Luis Banchero fue dueño de una flota de más de 130 bolicheras, de la empresa Panamericana de Seguros, el holding OYSSA, conservas San Fernando, Naviera Humboldt, mina de plata Caylloma, siete fábricas de harina de pescado, compañía de aviación Lansa, los diarios Correo y Ojo y dos astilleros. Uno de estos, Picsa, construido sobre pantanos, en Chimbote, producía un atunero y cuatro bolicheras cada mes.

Banchero fue además accionista principal del Banco Comercial del Perú y director del Banco de Crédito. Un año y cuatro meses después de su asesinato, en Mayo de 1973, la dictadura militar de izquierda estatizó todas sus empresas pesqueras. El estado se apropió así del grupo empresarial más exitoso que había conocido el país.

Tomo de nuevo las palabras de Ayn Rand para expresar las reglas que guiaron la vida de este ilustre peruano: “Me gano la vida como toda persona honrada. Me niego a sentirme culpable por existir y trabajar para mantenerme. Me niego a aceptar como una culpa el estar capacitado para hacerlo y hacerlo bien… Me niego a pedir perdón por mi idoneidad, por mi éxito, o por el dinero que gano. Si esto es maldad, obren en consecuencia. Si esto es lo que la gente considera perjudicial para sus intereses, dejen que la sociedad me destruya, éste es mi código y no aceptare otro. Podría afirmar aquí que he beneficiado a mi prójimo mas de lo que puedan imaginarse, pero no lo haré, porque no busco el beneficio de los otros como justificación de mi derecho a existir, ni reconozco el beneficio de los demás como justificación para que se apoderen de mis bienes o destruyan mi vida”.

Eso exactamente hizo Lucho Banquero, quien nos dejó un legado imborrable: su vida como ejemplo de cómo construir riqueza y derrotar a la pobreza. Campechano, sencillo y humilde. A él lo asesinó Vilca, a su obra el estatismo.

Guillermo de Vivanco Roca Rey

(18 Set 2014)