Tino Santander

El debate en otro mundo

El debate en otro mundo
Tino Santander
14 de febrero del 2017

Tres analistas políticos sin ningún contacto con la realidad

Jaime de Althaus, Martín Tanaka y Carlos Meléndez, sostuvieron en la prensa escrita un peculiar debate sobre la incapacidad de las elites dirigentes para afirmar la institucionalidad democrática y el modelo económico actual. Debatieron sobre el fracaso de los partidos políticos (de izquierda y derecha) y de la tecnocracia, desprestigiados y envueltos ahora en una ola gigantesca de corrupción, repulsa y desconfianza. La sofisticación de los argumentos expuestos por estos tres destacados intelectuales está fuera de duda. Sin embargo, sus doctas apreciaciones se sienten ajenas a la realidad. Es como si en un satélite los astronautas Althaus, Tanaka y Meléndez dieran vueltas alrededor de un mundo desconocido, incapaces de aterrizar para tomar contacto con sus habitantes.

Los habitantes de ese mundo son millones de peruanos empobrecidos. Son los peruanos que no participan de las decisiones, los proyectos ni las políticas dispuestas para ellos; y mucho menos de los elaborados argumentos de los analistas académicos. Son compatriotas que miran asombrados y llenos de ira cómo los políticos se disputan la presa jugosa del poder a dentelladas, mientras ellos soportan con sus familias huaicos, calamidades e injusticias inimaginables para quienes no viven en su mundo.

La ira sigue acumulándose y sumándose silenciosamente, día a día, en el corazón y la mente de las mayorías de ese mundo; en tanto, un público morboso goza con el festín de la prensa y de sus calumnias malvadas. Una satisfacción enfermiza ha nacido en ciertas personas que murmuran y anticipan entre sus amistades “quién será el próximo que caiga". Otros piden, en el enjambre inmundo de las redes sociales, le corten la cabeza al político que odian o desprecian, utilizando el lenguaje más soez y ordinario para instilar veneno.

¿Qué tienen que ver con todo este espectáculo patético Abel Cruz y Pablo Reyes, dirigentes que representan a diez millones de ciudadanos que reclaman hace décadas la construcción de las obras del agua y el desagüe para los peruanos abandonados en cerros y desiertos?

¿Qué tienen que ver los Machiguengas de Camisea en el Cusco, que buscan alquilar sus tierras en forma equitativa a las transnacionales que pretenden pagarles poco y llevarse la riqueza, con la burbuja limeña que se refocila con la corrupción y en sus teorías sobre el Estado republicano?

¿Qué tiene que ver con toda esta vergüenza Carlos Tisoc, dirigente de miles de comuneros, cuando pide ser escuchado y lo ignoran los tecnócratas con estudios en prestigiosas universidades extranjeras que no conocen ni comprenden su propio país?

¿Qué tienen que ver en esta tragedia millones de ciudadanos que viajan apiñados en los microbuses cada día, cuyo trabajo contribuye a producir el dinero que el Estado necesita y que los políticos se roban?

¿Qué tienen que ver con esta cuchipanda despreciable los millones de campesinos sin crédito ni títulos de propiedad? ¿Qué tienen que ver los pequeños y microempresarios de las ciudades y los millones de jóvenes que trabajan y estudian con esfuerzo para ser mejores y más útiles a su país, mientras cunde la corrupción y las inculpaciones entre las élites?

El mundo del Perú popular, lleno de esperanzas e ilusiones, es desconocido por los astronautas Althaus, Tanaka y Meléndez porque lo olvidaron en los libros o en sus sabios y sesudos estudios. El sentimiento mayoritario es diferente, y se ha refugiado en estos tiempos decepcionantes, sin partidos políticos que conduzcan las aspiraciones nacionales, en la religión, las iglesias y en la intimidad de la familia. Ahí encuentran consuelo y fuerzas la mayoría de la población para seguir luchando por el país que aman. Una población formidable que demuestra con sus actos, en medio de la crisis, que su fe en el Perú es más grande que el de las elites dirigentes, habitantes de otro mundo.

Por Tino Santander Joo

Tino Santander
14 de febrero del 2017

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