Neptalí Carpio

El debate cínico sobre exoneraciones tributarias

El debate cínico sobre exoneraciones tributarias
Neptalí Carpio
03 de noviembre del 2017

Propuestas para acabar con la coladera fiscal

 

La discusión sobre las exoneraciones tributarias para un sector de las empresas de aviación comercial parece un chiste de mal gusto a la hora de abordar en su integridad esta coladera fiscal. Se convierte en una pantomima cuando el parlamentario Micky Torres acaba de demostrar que fue precisamente la premier Mercedes Aráoz quien, antes de asumir este cargo, promovió esta iniciativa en la legislatura anterior. ¿Mercedes Aráoz contra Mercedes Aráoz o solo gestos para la tribuna?

La verdad de la milanesa es que no existe una voluntad de abordar un grave problema fiscal que le bloquea al Estado ingresos por el orden de los S/ 15,500 millones al año. Solo en los últimos tres años el Congreso aprobó 50 exoneraciones, mientras el 32% de ellas son con plazo indeterminado. Según un reciente estudio de Apoyo, las exoneraciones e incentivos tributarios en el Perú, suman en total 244, pero el parlamentario Víctor Andrés García Belaunde asegura que en realidad son 350 en total. Otros señalan que en realidad nadie sabe cuántas exoneraciones son. Un descomunal barril sin fondo.

Lo más preocupante es que las exoneraciones que más han aumentado son aquellas referidas al IGV, que son precisamente las peores desde el punto de vista económico, por cuanto son las que más distorsiones crean en las decisiones de consumo e inversión. El problema adicional es que el 80% se otorgan sin ningún requisito de inversión o de generación de renta. Simplemente se da la norma legal que genera la exoneración y la empresa o persona recibe los beneficios al día siguiente. Son muy pocas las exoneraciones que dependen del nivel de inversión o compromisos de reinversión de utilidades o para investigación, como ocurre en el caso de las universidades privadas.

Si se ordenaran las exoneraciones por plazo de vigencia, se entendería por qué son tan difíciles de eliminar. El 32% de las exoneraciones vigentes son de plazo indeterminado, y hay un porcentaje de ellas que rigen hasta el 2048. La mayoría de exoneraciones duran más de 20 años. El 36% de exoneraciones se vencen este año, por ser de vigencia anual; pero más de la mitad de ese 36% se renueva automáticamente. En la práctica, la mayoría de exoneraciones que existen son de plazo indeterminado, con lo cual es muy difícil ordenarlas

Por otro lado, las exoneraciones generan efectos distorsionadores. Es el caso del consumo de combustibles en la selva (más de 20 veces el promedio nacional por auto), o de los pobres resultados de los Ceticos. Nadie entiende por qué una exoneración que favorezca la pequeña aviación es tan nefasta, pero que no lo sea para los casinos y tragamonedas, en los que el Estado pierde anualmente S/ 400 millones . O que las universidades privadas no paguen cerca de S/ 120 millones por impuesto a la renta cada año. ¿Quién se rasga las vestiduras por ello?

Ahora bien, cuando las exoneraciones se discuten en abstracto, a veces todos parecen estar de acuerdo en que hay eliminarlas u ordenarlas. Pero cuando se comienzan a analizar en concreto, para tomar decisiones específicas sobre cada una de ellas, los parlamentarios dan un paso atrás porque no quieren ganarse 244 o 350 enemigos. Curiosamente, tanto fujimoristas, acciopopulistas e izquierdistas carecen de valentía para tomar una firme decisión.

¿Qué hacer frente a esta situación? Existen dos opciones frente a ello. La tendencia moderada propone que la primera decisión debe consistir en tratar que las exoneraciones no sigan aumentando, ya que en los últimos tres años han aumentado en casi 30%. Una alternativa a esta opción moderada es ordenar las exoneraciones más dañinas, que son las vinculadas a los impuestos indirectos. Es decir, escoger algunas y tener consideraciones no solo fiscales y económicas, sino también políticas. Sin embargo, la dificultad de esta propuesta moderada radica en que evaluar las exoneraciones requiere que se haga en conjunto, ya que es muy difícil evaluar cada una de ellas independientemente.

La tendencia más radical parte del supuesto de que las exoneraciones tributarias no son otra cosa que una expresión mayúscula del mercantilismo y populismo, porque a la larga terminan solo por favorecer a unos cuantos. Esta opción propone anular de un plumazo todas estas exoneraciones, lo que en realidad sería una revolución liberal, para que el Estado tenga suficientes recursos para afrontar los problemas de salud, educación, seguridad y salud mental. Pero todo parece indicar que, como están las cosas, solo imaginar el triunfo de esta propuesta es como tener un sueño de opio.

Neptalí Carpio

Neptalí Carpio
03 de noviembre del 2017

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