Darío Enríquez

El caótico sistema vial de Lima ¡funciona!

Un orden (casi) espontáneo que es muy eficaz, pero demasiado ineficiente

El caótico sistema vial de Lima ¡funciona!
Darío Enríquez
02 de mayo del 2018

 

En los ochenta, cuando Lima contaba con seis millones de habitantes, se iniciaron las preocupaciones por dotar a la gran metrópoli de un sistema de transporte masivo que increíblemente no tenía. En verdad, cuando nos acercábamos a los dos millones —en los sesenta— se cometieron los graves errores que llevaron a esta grave situación: 1) Se eliminó el tren Lima-Chorrillos, en vez de modernizarlo y convertirlo en la primera línea de tren urbano; 2) Se eliminó la red de tranvías, sin un reemplazo adecuado (los “bussings” de la APTL no fueron una solución); 3) Una segunda línea de tren urbano, usando la ruta Chosica-Callao, ni siquiera se tomó en cuenta; 4) Se ignoró el gran crecimiento que ya mostraba el cono norte.

Entonces se pudo hacer (por el mismo costo) una vía expresa hacia el norte por la Panamericana y otra hacia el sur (por Panamá-Marsano-Atocongo), en vez de la actual vía expresa sur, que ocupó el trazo del eliminado tren Lima-Chorrillos. Debe anotarse que las grandes ciudades del mundo comienzan sus preocupaciones y acciones para contar con un gran sistema de transporte masivo cuando se acercan a su primer millón de habitantes. Lima contó con su primera línea de tren eléctrico cuando casi tenía diez millones de habitantes. Las proporciones de la compleja problemática vial de nuestra ciudad son más que elocuentes.

La situación actual de las ciudades, como la de las personas (en tanto individuos), tiene que ver con decisiones (buenas y malas) que se toman muchos años antes. Una persona goza o sufre hoy las consecuencias de decisiones que tomó dos o tres décadas antes. Nuestra gran Lima sufre hoy las malas decisiones tomadas por sus autoridades edilicias en los sesenta, hace más de medio siglo. Y en el caso específico del sistema vial, por sucesivas administraciones que siguieron el principio —también establecido en los sesenta— de dar prioridad al transporte privado individual, algo para lo que nuestra ciudad no tenía una mínima posibilidad de éxito.

La modernización del sistema vial de Lima no tiene que ver necesariamente con forzar la “formalización” (véase las comillas) de los transportistas masivos privados. Ellos han logrado en un largo proceso de prueba, ensayo, error e insistencia —asumiendo sus propios costos— lo que a una autoridad central le habría costado millones en estudios y proyecciones que finalmente no tendrían el nivel de precisión que tiene el sistema hoy: casi medio millar de líneas que cubren en forma eficaz toda la metrópoli, de modo tal que quien usa el transporte masivo puede movilizarse virtualmente desde cualquier punto hacia cualquier otro lugar de la ciudad —en forma directa o con transbordo— quedando muy pocos espacios sin cubrir.

Se debe aprovechar el “hallazgo” de rutas por parte de los transportistas semiformales, cuya semi informalidad (preferiría describirlo como una mezcla de flexibilidad y emprendimiento) les ha permitido justamente —buscando su propio beneficio, como es lógico— entregar soluciones eficaces a sus usuarios y a un precio absolutamente abordable. Ya que lo tenemos, debemos acompañar a esos transportistas y no quebrar esa parte del sistema que en forma (casi) espontánea, pese a todo, atiende con eficacia las necesidades del público usuario.

La modernización del sistema vial tampoco tiene que ver con la estética. Aunque este elemento emerge especialmente por el desplazamiento de los intereses de mucha gente, según la escala de Maslow tiene una importancia menor. “Primero que funcione, luego lo haces bonito” es la frase que se aplica siempre a cualquier diseño que tiene un propósito central: ¡que funcione! Se puede incluir elementos de “buen gusto” (¿alguien puede definirlo?); pero sobre todo, que funcione.

En el tema de obras puntuales y discretas (es decir, que no formen parte evidente de una red o un anillo vial), hay muchos pasos a desnivel que se requieren para desatar los nudos de una congestión extrema en horas-punta. Es absurdo que se satanice un by-pass sólo porque lo construye el enemigo político de turno. También debemos eliminar puentes peatonales que muy pocos usan y que se convierten en barreras infranqueables para personas con movilidad limitada (ancianos, discapacitados, madres con niños en brazos o en coche, trabajadores llevando sus carritos de ventas diversas, etc.). Será mucho mejor un viaducto o un by-pass, y que el pase para los peatones se mantenga a nivel de la superficie, un trayecto plano, sin que tenga que subirse y bajarse escaleras interminables. Vale la pena este esfuerzo para humanizar la circulación de personas en una ciudad que es bastante hostil con el peatón.

Finalmente, un tema que es tanto o más complicado que la planeación o el cemento: la cuestión cultural. Nuestros choferes hacen despliegue de transformismo, dejando fluir hacia afuera los más primitivos rasgos genéticos de un cavernícola indomable. No hay el mínimo respeto por los peatones ni por otros choferes. Los letreros “Pare” son solo referenciales, la preferencia al peatón es excepcional, los límites de velocidad solo se respetan cuando —como en el caso del sistema chalaco— afectan en forma implacable el bolsillo del homo erectus al volante. Mientras, las calles de la ciudad siguen llenándose de “rompemuelles” y en los cruces viales más complejos aún se aplica la regla práctica de esperar dos o tres vehículos que violen la luz roja del semáforo antes de avanzar frente a la luz verde.

Si no aplicamos castigos implacables (como en el caso de los excesos de velocidad en el Callao) nunca tendremos una mejora en este aspecto. Tampoco si no se hace que el propietario también asuma directa responsabilidad de las faltas que cometan sus vehículos entregados a otro operador (taxistas y transportistas masivos); si el registro de propiedad vehicular no muestra al verdadero propietario; y si no nos aseguramos —bajo pena de una severa sanción— que quienes tengan una licencia de conducir actualicen su domicilio una vez al año en forma obligatoria (para que pueda hacerse efectiva la eventual cobranza de multas). En suma, si no hacemos nuestra tarea, poco o nada avanzaremos.

 

Darío Enríquez
02 de mayo del 2018

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