Tino Santander

El Cabezón Peredo

Con su voz solitaria transmitía un mensaje de esperanza para el fútbol

El Cabezón Peredo
Tino Santander
27 de febrero del 2018

 

La muerte súbita del periodista deportivo Daniel Peredo (Cabezón, como cariñosamente lo llamaba Ramón Quiroga) ha afectado al Perú futbolero. Todos reconocían la prudencia de Peredo en sus comentarios sobre los dirigentes, los jugadores y los entrenadores. Más aún, siempre tenía palabras de aliento para el pésimo campeonato nacional.

Peredo era insoportablemente positivo, narraba y comentaba los partidos del campeonato local como si fuesen los de la liga española; el Cantolao o el Unión Comercio parecían el Barcelona; y el Sport Rosario de Huaraz o el Deportivo Huancayo, el Real Madrid. Los hinchas creían —luego de escuchar a Peredo— que nuestro torneo local era uno de los mejores del mundo. Sin embargo, algunos lo criticaban por su sensatez y lo acusaban de apañar a la dirigencia de la Federación Peruana de Fútbol, además, de tener poca firmeza para desenmascarar la falta de profesionalismo de algunos jugadores y técnicos que se creían intocables. Otros señalaban que nuestra realidad futbolística siempre fue de muy bajo de nivel y que vivimos recordando el mito de que fuimos una “potencia futbolera”.

La verdad, es que el Cabezón Peredo y Ramón Quiroga —siempre que jugaba la selección los partidos de la eliminatoria— nos ilusionaban con sus comentarios de que éramos capaces de ir al mundial, incluso de que podríamos ser campeones de la nada. Nos alentaban a imaginarnos ese alucinógeno fantástico y delirante de volver al mundial y estar al nivel de Argentina, Brasil, Alemania, España o Francia. Peredo sabía que no tenemos fútbol profesional, sin embargo, no perdía la esperanza.

En un país agobiado por la corrupción política, en el que nadie cree en nadie y al borde del abismo, Peredo muchas veces con su voz solitaria transmitía un mensaje de esperanza para el fútbol, que se contagiaba a toda la vida peruana. Incluso los diez millones de peruanos que viven en los cerros y desiertos limeños, que no tienen agua ni desagüe, escuchaban al Cabezón debatir serenamente y sin aspavientos con periodistas que estaban en contra de la selección, Una discusión que era más importante y sintonizada que cualquier debate parlamentario o programa político, que solo nos recuerdan las miserias del Perú.

Los millones de campesinos sin crédito agrario, sin asistencia técnica ni caminos rurales y sin infraestructura productiva ni social recuerdan con alegría el relato del gol de Johan Fano a la Argentina, e incluso remedaban la narración apasionada del desborde y gran corrida de toda la cancha del Loco Vargas. Las radios provincianas no se cansan de repetirla. El fútbol es una droga que te saca de la realidad y te hace olvidar los colegios y hospitales en pésimo estado, los accidentes de tránsito, la inseguridad y sobre todo esa sensación nacional de que no hay Gobierno y que vamos a la deriva. Pero qué importa todo eso si el Cabezón Peredo, gritaba: ¡Gol de Perú! ¡Gol de Farfán! ¡Perú en el mundial después de 36 años!

Otros decían que el Tigre Gareca más que un entrenador era un traumatólogo al frente de un grupo de inválidos que pretendía jugar al fútbol. Peredo, indesmayablemente defendió el trabajo de la selección por encima de la crítica mordaz y de los pésimos resultados en las eliminatorias y en los torneos internacionales en los que participan los equipos peruanos, que dan vergüenza y lástima.

Daniel Peredo no era un hombre lleno de hipérboles y sonoridades, como los periodistas argentinos de Fox Sport, incluso algunos dirían que tenía la sumisa cortesía peruana. No. Era simplemente un hombre de fe y de esperanza que vivió y murió jugando fútbol.

 

Tino Santander
27 de febrero del 2018

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