Rocío Valverde

El arte robado por los nazis

¿Pertenece el arte a los coleccionistas privados?

El arte robado por los nazis
Rocío Valverde
16 de octubre del 2018

 

En el 2009 la asociación de museos pidió a los museos holandeses que revisaran las obras que habían llegado a sus colecciones entre los años 1933 y 1945. Este esfuerzo institucional para descubrir posibles obras robadas por el régimen nazi ha dado de qué hablar esta semana, pues los curadores de 42 museos han descubierto 170 obras con orígenes poco claros.

Esta noticia les puede sonar a periódico de ayer porque efectivamente este tipo de “descubrimientos” invaden los periódicos cada cierto tiempo, con mayor frecuencia este año. Desde la Declaración de Washington (1998), 44 países se comprometieron a unificar esfuerzos para facilitar la identificación y restitución del arte robado. Holanda creó una comisión de restitución que no se ha librado de la controversia en estos últimos años.

La delegación de restitución está formada por historiadores, abogados y representantes del gobierno local, quienes examinan las disputas entre los descendientes del propietario original y los museos. Esta comisión puede recomendar que la obra se quede en la colección del museo, devolver la obra a los herederos u otorgar una compensación a los herederos.

La controversia siempre estará servida por dos motivos. El primero es que han pasado casi 75 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Como es evidente, los propietarios originales de los objetos de arte fallecieron muy probablemente durante la guerra, y sus familiares de primer grado quizás no pueden reconstruir claramente la cadena de titularidad. En algunos casos pueden incluso desconocer que su familia poseía una colección de arte.

El segundo problema, una vez más, es que han pasado 75 años y cabe la pena preguntarse por qué tanto letargo. A principios de año el Museo de Louvre obtuvo mucha atención al abrir una exposición de arte robado durante la Segunda Guerra Mundial. El museo comentó que la intención era exhibir los cuadros y darles notoriedad para poder dar con los legítimos dueños. Este esfuerzo levantó suspicacias entre los críticos, pues en noviembre de este año se recordará en Berlín los 20 años de la Declaración de Washington, con una conferencia en la que se discutirá qué han hecho los 44 países firmantes y cuál es el camino para la investigación sobre procedencias.

En el año 2013 la comisión holandesa de restitución rechazó el pedido de los herederos del coleccionista de arte Richard Semmel, quienes estuvieron buscando sus cuadros por más de una década. Este empresario de origen judío fue obligado a malvender sus cuadros en una subasta de Ámsterdam para escapar y poder mantener a flote a su familia y negocios. Falleció en Nueva York en 1950 sin dejar hijos, por lo que nombró como protectora de su patrimonio a su compañera. En este caso la Comisión sopesó los argumentos de ambas partes y le dio mayor peso al punto de vista del museo, que destacó la importancia de la obra para su colección y para el público visitante, más que el derecho de los herederos.

El caso expuesto es uno de los muchísimos culebrones artísticos que arrastramos de la Segunda Guerra Mundial. El Museo Guggenheim acaba de devolver un Kirchner, y el museo de Richmond ha hecho lo mismo con un cuadro del siglo XV. En diciembre se viene el juicio entre la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza y los herederos de Lilly Cassirer por la obra “Rue Saint-Honoré” de Camille Pissarro. A todo esto una vez más debo preguntarme, quizás inclinándome hacia el parecer de la comisión holandesa de restitución, ¿el arte pertenece a colecciones privadas?

 

Rocío Valverde
16 de octubre del 2018

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