Tino Santander

El antifujimorismo

De las movilizaciones callejeras saldrá un líder popular

El antifujimorismo
Tino Santander
02 de enero del 2018

 

El antifujimorismo es una corriente política heterogénea que representa el rechazo fanático a lo que encarna y simboliza Alberto Fujimori y su familia: la corrupción, la dictadura, el modelo económico liberal, el militarismo soterrado, la violación de los derechos humanos, la liquidación de los sindicatos y derechos laborales, el conservadurismo religioso, la victoria militar frente al terrorismo, la percepción de orden en el país y el profundo racismo de las clases altas y medias. El antifujimorismo atraviesa todos los estratos sociales, pero, tiene más fuerza en los sectores medios y altos, en los que es manifiestamente agresivo.

Los antifujimoristas no tienen un programa común, menos un plan de acción política, solo los une el rechazo a Fujimori y no comprenden —sobre todo las clases medias— cómo el fujimorismo tiene apoyo popular a pesar la inmensa propaganda negativa de los medios de comunicación. No olvidemos que las dictaduras siempre han tenido un cordón umbilical con los sectores populares, a quienes utilizaron como base social a través del populismo filantrópico. Dictadores como Sánchez Cerro, Benavides, Odría y Velasco tenían un vínculo orgánico y afectivo con el pueblo.

Por otro lado, a los habitantes de los cerros y desiertos costeros, los campesinos sin política agraria, sin crédito ni apoyo técnico, los diez millones de peruanos sin agua, los millones de peruanos que no tienen propiedades ni servicios básicos, los millones de norteños que ven que la reconstrucción con cambios es una farsa, no les interesa ni la ética ni la ideología del gobernante, lo que ellos quieren es que le solucionen sus problemas. Y nos guste o no, Fujimori estuvo cerca de ellos y son mayoritariamente su base social, porque los demócratas los abandonaron.

El indulto a Fujimori es el reencuentro del fujimorismo económico y tecnocrático con su progenitor político: Alberto Fujimori. Es la posibilidad de volver a establecer una alianza entre los empresarios —desde el poder— y los sectores populares, en los que implementó un populismo benefactor que contribuyó a fortalecer la imagen de Fujimori en todo el país.

Mientras el antifujimorismo se moviliza militantemente en todo el país, las organizaciones sociales que controlan grandes porciones de territorio (las rondas campesinas, los mineros informales, los taladores ilegales, el narcotráfico, los proveedores de servicios que financian campañas regionales y municipales) esperan el desenlace de la crisis política para tender puentes y establecer relaciones armónicas con los representantes del Perú oficial, para que no afecten ni su territorio ni sus intereses. El fujimorismo y el antifujimorismo son movimientos nacidos en el Perú oficial que no conocen ni entienden a las diferentes patrias o perús que han inventado millones de ciudadanos construyendo caminos propios.

Por otro lado, el que “se vayan todos” era un grito juvenil. Ahora, tras las revelaciones de Marcelo Odebrecht, que implican a toda la clase política peruana, se convertirá en consigna que será “una sola fuerza” en todo el Perú. Los jóvenes serán el enlace con el pueblo y esta rebelión contra el sistema político pronto será una insurrección cívica cuyo desenlace debe ser el adelanto de elecciones generales este año. No hay otro camino para salvar al Perú del desgobierno, afirman los colectivos juveniles en todo el Perú.

Por el momento, la consigna “que se vayan todos” es espontánea y está sin liderazgo; pero asoman desde las regiones Goyo Santos y desde la capital Alfredo Barnechea. De las movilizaciones callejeras no saldrá un programa de gobierno, pero sí un líder que capitalice la ira nacional y se convierta en una alternativa seria de poder, apoyado por los diferentes países que conviven en el Perú.

 

Tino Santander
02 de enero del 2018

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