Educación basura

¿Es cultura solo aquello que prescribe algún organigrama o que decide un grupo de “notables”?

Ahora que –a propósito de la discusión sobre la televisión basura- pareciese que muchos quisieran reconocerse en el hombre de Vitruvio y en el modelo clásico del gentilhombre culto y meditabundo del Renacimiento, me permito contar una anécdota. 

En la década de los ochentas tuve a mi cargo una Dirección Universitaria que tenía que ver con la canalización de las inquietudes de los estudiantes y su bienestar. Servicios médicos, sociales, psicológicos estaban bajo mi responsabilidad. Como también fomentar que los estudiantes se organizacen en torno a actividades que les pareciesen relevantes. De cualquier índole. 

Había también que contratar entrenadores deportivos para diferentes disciplinas. Y fomentar específicamente lo que el organigrama llamaba “actividades culturales”. Ballet, teatro, poesía, coros, grupos musicales, conferencias. 

Conversando con los estudiantes soñamos juntos sobre la posibilidad de organizar un concierto masivo de rock. Y con el esfuerzo organizado de los propios alumnos y el apoyo generoso de empresas logramos traer a Lima por primera vez al gran Nito Mestre, al grupo G.I.T. (estaba muy de moda en Argentina), e hicimos un concierto que convocó más de siete mil personas. Sin que le costase un sol a la Universidad. 

Había un profesor en aquella Universidad –con aspiraciones rectorables- que organizaba coloquios académicos nacionales e internacionales. Inéditos y exitosos para nuestro medio. Con un buen número de estudiantes asistiendo. 

Sin embargo recuerdo vívidamente que un día este Profesor espetó públicamente que ¡Cómo era posible que se organizasen conciertos que convocaban mayor cantidad de audiencia que aquella que obtenían los coloquios! 

Pareciese que estas mentalidades no han desaparecido. A lo largo de la historia de la Humanidad los espectáculos de entretenimiento han convocado siempre mayores audiencias. Lo peligroso de la ilusa y seguramente bienintencionada pretensión del profesor aludido, era que detrás de su actitud subyacía una concepción mercantilista de la cultura. Solo es cultura esto o aquello. Lo que prescribe algún organigrama o lo que deciden algunos que lo es. 

Traigo a colación esta anécdota porque resulta que la infraestructura de una ciudad –a pesar de lo que dice la antropología sobre el particular- no es cultura. Y solo es cultura, entonces, alguna o algunas representaciones que los herederos del hombre de Vitruvio –a quien supongo conocen- deciden que lo es. No importando si las representaciones están hechas por actores que no han salido de una auténtica o disciplinada formación artística o cultural. 

Los espacios no humanos son cultura. Las ciudades educan. ¿Por qué restringir nuestro concepto de cultura –con las graves restricciones y discriminaciones que ello conlleva- al mundo de las intersubjetividades. Peor aún cuando detrás de ellas el hombre de Vitrubio acaso es solo una lámina. 

Está de moda hablar de la televisión basura. No se define con claridad qué se entiende por ello. Y menos que se circunscriba a dos o tres programas deplorables. Como deplorables son también ciertos noticieros que llenan sus notas con información sobre esos programas. Deplorables son programas supuestamente serios donde el conductor o periodista no tiene la menor capacidad para repreguntar. Aunque seguro se sume también a las movilizaciones contra la televisión basura. 

Educar para elegir. No volvamos a caer en las tentaciones de los “notables” que deciden por nosotros qué debemos ver y qué no debemos ver. Qué es cultura y qué no lo es. 

Eduardo E. Zapata Saldaña
05 - Mar - 2015