Ecuador decide su futuro*

Guillermo Lasso está dos puntos sobre Lenin Moreno

Rafael Correa fue un subproducto de la profunda crisis económica del Ecuador, cuando se acumuló un gasto militar insostenible para preparar la Guerra del Cenepa, financiar las operaciones, pagar la Misión de Observadores (MOMEP) en la zona desmilitarizada, y asegurar una fuerza disuasiva convincente durante cuatro años de negociación diplomática. El largo camino desde la Declaración de Paz de Itamaraty (17.2.1995), los acuerdos finales de Brasilia (26.10.1998) y la demarcación fronteriza culminó gracias a la entereza del presidente Jamil Mahuad, cuyo ministro de Finanzas era Guillermo Lasso, el candidato que enfrenta al correísta Lenin Moreno.

La paz llegó cuando las arcas estaban vacías y la inflación galopaba. Debieron adoptar entonces otra decisión histórica: dolarizar la moneda para estabilizar la economía. Pero la paz y el saneamiento financiero se transformaron en delitos. Mahuad fue perseguido y tuvo que exiliarse.

Las tragedias familiares de los primeros veinte años de Correa (prisión por narcotráfico y suicidio de su padre, entre otras) lo resintieron profundamente. Ecuador eligió a un iracundo cristiano de izquierda radical que impuso su versión del “socialismo del siglo XXI”: la Revolución Ciudadana. Epígono de Chávez, hizo aprobar una constitución que le permitiera reelegirse, ignorar la independencia de poderes, sojuzgar a los medios de comunicación y utilizarlos como tribuna semanal, maltratar a las Fuerzas Armadas, y arbitrar mecanismos para manipular el poder aún después de abandonarlo. Pero la nueva carta nació con un pecado original que la deslegitima: para convocar a la Asamblea Constituyente, el Tribunal Supremo Electoral de Correa destituyó ilegalmente a 57 diputados, cuyos votos habrían bloqueado la convocatoria.

El ex vicepresidente Moreno hace campaña en silla de ruedas. La afabilidad de su carácter está en las antípodas del irritable presidente. Fracasó en primera vuelta y las encuestas encumbraron a Lasso. Preocupado por las consecuencias políticas y penales de una derrota, Correa ha asumido el liderazgo de la campaña. Francisco Swett (prestigioso economista de Princeton y ex presidente del BCR) dice que la rendición de cuentas ante jueces independientes aterroriza a una administración sobornada por Odebrecht con sumas mayores que en el Perú. Aunque minimizado por los medios amordazados, el escándalo es la muestra más reciente de la corrupción. Hace años se descubrió que Fabrizio Correa, hermano mayor del mandatario, tenía contratos por US$ 657 millones con el Estado.

Las violaciones al estado de derecho gravitan tanto como las perspectivas económicas deprimentes que pronostican el FMI y el Banco Mundial. El petróleo se ha hipotecado para garantizar los cuantiosos préstamos de China, pactados con elevadas tasas de interés. Ecuador también incurrió en penalidades por operaciones realizadas con Irán, quebrantando las sanciones internacionales que lo prohibían.

La política exterior presenta casos de exhibicionismo desafiante, como el asilo de Julian Assange en la Embajada ecuatoriana en Londres, donde aún se encuentra. El servicio diplomático (al que Correa detesta por no ayudar su padre cuando estuvo encarcelado en EE.UU.) fue casi desmantelado por el canciller Ricardo Patiño, un activista de izquierda radical que barrió a los profesionales más destacados. Su sucesor, Guillaume Long, es un izquierdista francés nacionalizado.

Otro caso bochornoso ocurrió en el impresionante campamento de las FARC en territorio ecuatoriano (cerca del río Putumayo), donde Correa ofrecía un santuario a los terroristas colombianos. Una comunicación entre Hugo Chávez y Raúl Reyes (número dos de la guerrilla), interceptada por Bogotá, permitió ubicar la instalación y destruirla en una operación decisiva en la lucha contra la violencia.

En política y derechos humanos, el correísmo ha hecho ostentación de prepotencia. Su control agresivo sobre los medios de comunicación se ha traducido en 231 violaciones a la libertad de prensa registradas en la SIP. El gobierno embargó el diario El Telégrafo para convertirlo en vocero de la Revolución Ciudadana, y se hizo célebre por la multa de US$ 350,000 al diario El Universo por publicar una carta rectificatoria con un titular diferente al enviado oficialmente.

La debacle de Venezuela, las pretensiones vitalicias de Evo Morales, los excesos de Ortega en Nicaragua, el fin de la dinastía castrista en Cuba (si Raúl se retira el 24.2.2018 como anunció), los giros politicos en Brasil, Argentina y Uruguay, amén del que se dará en las próximas elecciones de Chile, son hechos que reducirán el apoyo regional a una eventual presidencia de Lenin Moreno.

La encuesta de CEDATOS-Gallup (17.3.2017) coloca a Lasso dos puntos sobre Moreno, una diferencia que estimulará las probables intenciones de fraude de un gobierno que todo lo domina. Cualquiera que sea el elegido, el próximo presidente tendrá agudos problemas de gobernabilidad en un Ecuador polarizado, en el que la suavidad de Moreno no ayudaría a controlar la pasión y descontento de sus compatriotas frente al ajuste económico que implementaría, vigilado por el omnipresente Correa.

El triunfo de Lasso sería la victoria de una administración responsable con un fuerte respaldo internacional, y que comenzaría con su anunciada integración a la Alianza del Pacífico. Pero necesitará un trabajo muy eficiente para neutralizar una mayoría parlamentaria que será instigada por Correa para provocar una crisis que lo reinstaure como salvador de la patria, utilizando los retorcidos mecanismos que deja sembrados en la Constitución de Montecristi.

 

* Publicado en Panorama Mundial, revista del Instituto de RRII de la PUCP.

 

Eduardo Ponce Vivanco