¿Dónde está el Caleb peruano?

Reflexiones sobre nuestra realidad nacional de cara al bicentenario.

Cuando Moisés liberó de la esclavitud a los hebreos les prometió llevarlos a tierras de abundancia y esplendor reservada para ellos. Cuarenta años vagaron por el desierto, recorriendo en círculos y acabando fuera del camino. En cuarenta años perdieron vida y rumbo, además de la fe. Ya no eran esclavos felices y ansiosos de libertad y nuevas perspectivas. Traicionándose a sí mismos, sus mentes fueron alcanzas por el arrepentimiento de haber abandonado Egipto.

En las puertas de la tierra prometida, Josué envía diez espías para preparar el asalto del territorio. Los espías volvieron convertidos en un manojo de cobardes, abatidos sin antes haber movido un sólo dedo. Dijeron que la tierra habitada por hombres poderosos sería difícil de vencer. La masa -ese mismo populacho que escoge lo contrario a sus intereses- no sólo decidió abandonar los planes de tomar la tierra prometida, sino que además a gritos pedían apedrear a Caleb, el único fiel insistiendo que esa era la ciudad separada para ellos. La democracia desde entonces, en las manos de ingenuos y mal aleccionados, convertida en lastre. Los judíos dándole la espalda a la tierra prometida estando frente a ella y volviendo a vagar en el desierto para más confusión, muerte y deserción.

¿Dónde está el Caleb peruano? preguntamos después de tantos años cometiendo los mismos desaciertos cada cierto tiempo. El bicentenario todavía es horizonte que puede mover a todos. Gas barato, Pensión 65, Qali Warma y cualquier otro asistencialismo se aplaude como si fuera un regalo bondadoso y gratis. No se sabe que gran parte del dinero destinado a obras sociales acaba en alforjas de ladrones, proveedores y funcionarios que manejan enormes recursos con el cuento de la pobreza, despilfarrando lo que no les cuesta ningún esfuerzo. ¿De qué valieron esas piedras pintadas por los contratados del PAIT (Programa de Ayuda e Ingreso Temporal) en los años de don Alan? Hasta ahora sin aprender que la mejor ayuda para desafortunados no son ni halagos, ni caricias emotivas, ni promesas; sino carreteras de penetración, escuelas públicas competentes, postas médicas decentes y cualquier inversión productiva para sacar de la pobreza a las personas con sus propios esfuerzos.

¿Cuánto dinero mal utilizado en tantos inspectores municipales haciendo nada en cada esquina? ¿Cuántos asesores alrededor de tantos funcionarios y autoridades públicas chateando y limándose las uñas en horas de trabajo? ¿Cuántos vasos de leche y pañales para quienes no se lo merecen?

Espías acobardados de la historia de Caleb se multiplican de diferentes formas. Se oponen a las actividades extractivas o a las obras por impuestos construyendo mejores colegios. Discursos ideologizados hacen que Perú siga divagando, cargando la frustración eterna, estancando a la población en siglos pasados. Demagogias agradando a las masas, sin ideas claras, sin hilvanar propuestas serias, revolucionarias, creíbles y contagiosas para un Perú de acá a 50 años. El populorum tirándole piedras a los Caleb, asegurándose para su desgracia el camino equivocado.

Vamos Perú. Resiste. En un año nuevas autoridades podrían enmendar errores y devolvernos al camino correcto. Que la basura arrojada en calles y carreteras no embarre tu alma, que la ingenuidad de los abandonados no sobrepase tu destino, que la criminalidad no te taje y te deje marca indeleble, que las Líneas de Nazca no sean burladas nuevamente por ambientalistas asalariados aupados por la autoridad.

Vamos Perú, sí podemos.

Por: Manuel Gago Medina