Derrotar el marasmo económico

Se requiere que el gobierno retome el liderazgo político

Mientras las calificadoras de riesgo crediticio anuncian que su pronóstico de crecimiento para la economía mundial en el 2018 será mejor que el estimado inicialmente (3.1%), en el Perú la economía está a punto de caer en recesión (0.17% en abril). Mientras tanto, en el plano político se toman todas las medidas para profundizar la crisis.

Para avanzar, en otros países estarían discutiendo acerca de las oportunidades que dicho crecimiento podría representar para sus respectivas economías, evaluando cuáles serán las líneas de producción más demandadas para presentar su oferta exportable y promoviendo negocios en aquellos rubros que definan. Es decir, preparándose para crecer.

En cambio, en el Perú vamos por el camino inverso. Se dificultan las inversiones no necesariamente ni exclusivamente por la acción del gobierno, pero sí por las acometidas de la clase política. El enfrentamiento absurdo, la negativa al diálogo y la imposibilidad que demuestran a la fecha las dos principales fuerzas políticas para alcanzar acuerdos —una desde el Poder Ejecutivo y la otra desde el Congreso de la República— tienen como corolario el debilitamiento de la gobernabilidad y, por consiguiente, de la institucionalidad.

Si bien el fujimorismo está respetando la institucionalidad formal del sistema democrático, lo cierto es que las señales que emite hacia los inversionistas es que el Ejecutivo pende de sus decisiones. Este escenario genera dudas porque nadie puede saber si las políticas que pretenden implementar los ministros contarán con un horizonte de mediano plazo, tal como fue la intención inicial del presidente Kuczynski.

La política es diálogo alturado y respetuoso. Siempre tendrá sus escarceos entre unos y otros, pero nunca se debe dar prioridad a las divagaciones. Lamentablemente estas parecen ser las que están presentes en la política peruana.

Nuestras autoridades políticas deben recordar que los inversionistas nacionales y extranjeros requieren reglas claras, seguridad jurídica, cohesión social y estabilidad política para decidir arriesgar importantes sumas de dinero. Sin acuerdos políticos claros y definidos, esta variable adquiere una relevancia tal que la convierte en un gran riesgo potencial. La consecuencia inmediata es que los agentes económicos se inhiben y buscan otros destinos donde el riesgo sea menor.

Sin un mensaje que comunique un nivel razonable de certidumbre, difícilmente se atraerá a nuevos inversionistas. Tampoco se generarán nuevos puestos de trabajo y disminuirán los ingresos fiscales; tal como ya lo anunciaron el Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco Central de Reserva del Perú, la expectativa de ingresos tributarios del gobierno llega a 13.6% del Producto Bruto Interno en el presente año, cuando la previsión anterior era de 14% y 14.1%, respectivamente.

¿Qué significa que el gobierno disponga de menores recursos fiscales? Que los programas de ayuda social focalizados para combatir la pobreza y pobreza extrema tendrán que recortarse proporcionalmente; o que se castigará a algún otro sector, como el destinado a combatir la delincuencia. Lo cierto es que perdemos todos. El fujimorismo reconstruyendo, quizás inconscientemente, una percepción autoritaria que le hace daño para sus expectativas futuras, y el pepekausismo que no encuentra el rumbo para retomar el liderazgo político que le permita derrotar el marasmo económico en que se halla el país.

Guillermo Vidalón del Pino