Juan Carlos Valdivia

Democracia secuestrada

Democracia secuestrada
Juan Carlos Valdivia
10 de mayo del 2016

El debate electoral está limitado por la frivolidad de la televisión

Nos aproximamos a la segunda vuelta electoral y aún no logramos que la campaña se centre en las propuestas: sigue manteniéndose en los límites de lo anecdótico, con candidatos obligados a responder aquello que los reporteros preguntan. Entonces nuestra democracia parece secuestrada por lo banal, por los chismes de las redes sociales, por los entredichos de los voceros de cada agrupación.

Sin duda es una gran oportunidad desperdiciada. Con dos candidatos que respaldan el modelo económico surgido de la Constitución de 1993 había la posibilidad de debatir los cambios que la ciudadanía viene reclamando, había la opción de que una propuesta fuera contrastada con otra surgida en el otro candidato. Incluso de avanzar en la discusión sobre las reformas institucionales que requiere nuestro sistema político. Nada de esto viene sucediendo. Surgen temas programáticos, pero el debate no deja de ser superficial y lleno de adjetivos.

Ambos candidatos han preferido seguir los dictados de las estrategias y tratar de conseguir votos entrando en confrontaciones sin sentido, cuando hubiera sido preferible fomentar el debate. Nuestra democracia está secuestrada por la anécdota, por lo circunstancial, por lo inmediato. Y con la gran complicidad de los medios de comunicación. Y es nuestro deber rescatarla.

Quizás el ingreso de Hernando de Soto a la campaña fujimorista pueda significar la posibilidad de encauzar el debate en la dirección correcta. Su lectura de la realidad nacional y su agenda temática —que incluye la informalidad, el desarrollo de la minería y la participación ciudadana— pueden refrescar las cuatro semanas que nos quedan hasta las elecciones.

Pero si los medios de comunicación nos llevan hacia lo circunstancial, las redes sociales se han convertido en un territorio de guerra, donde las pasiones envilecidas tratan de imponerse frente a la razón o la verdad de los hechos. Y entonces, incluso entre quienes como periodistas deben guardar distancia de los partidarismos, aparecen los guerreros, los facciosos. En el mundo virtual se ha convertido en lo normal tomar partido con la chaveta en la mano, por lo que resulta cada vez más difícil encontrar distancia e independencia frente las candidaturas.

Ya vimos a un candidato supuestamente serio bailando en un programa sabatino. Entonces, las concesiones a las exigencias de la televisión se han vuelto más importantes que el liderazgo que se debe mostrar. El político ya no piensa en proponer cierto magisterio sino en competir por el rating. Cada vez más las campañas ceden a la necesidad de la televisión de convertirlas en realitys, y entonces los candidatos bailan, cantan, cocinan o imitan. Eso es más importante que las ideas. ¿Quién se atreve a poner punto final a todo esto?

 

Juan Carlos Valdivia

 
Juan Carlos Valdivia
10 de mayo del 2016

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