Manuel Gago

Del Sutep de Armacanqui al desorden

Responsabilidad de la baja calidad de la educación

Del Sutep de Armacanqui al desorden
Manuel Gago
14 de agosto del 2017

Responsabilidad de la baja calidad de la educación

Mi tío Mario era dirigente del SUTEP, militante radical de Patria Roja y profesor de un colegio de curas. En aquella huelga histórica de 1978 —que duró cuatro meses—, el tío estuvo en primera fila, con su brazo izquierdo en alto, arengando a las masas junto a energúmenos intransigentes y violentos. Con una frustración nada oculta, contaba que los dirigentes del SUTEP se enriquecen robando los fondos de la Derrama Magisterial y que abusan de las licencias laborales para sus fines personales y para hacer proselitismo. Fue maestro de primaria cuando la docencia todavía era respetada plenamente, cuando controlaba su salón de clases, cuando un padre de familia asomaba no para quitarle autoridad, sino para fortalecerlo frente a sus hijos. La policía lo pateó malamente cuando no existían los derechos humanos ni un Estado de derecho para defenderlo. El tío se fue pobre, sin una peseta mal ganada y sin gestiones al margen de la ley o la verdad. Los curas lo botaron del colegio por ser comunista. Un proceso tedioso y extemporáneo le dio finalmente la razón. Su frustración será la misma que nos acompañará a quienes creemos que Perú es más que simples orgullos de cliché.

En 1972, respondiendo a la dictadura prosoviética de Juan Velasco, los prochinos de Patria Roja fundaron, con Julio Armacanqui, el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP). La mayoría de maestros, con título o sin título, se adscribieron al gremio, cuyo objetivo inocultable era hacer de la agrupación una plataforma de lucha clasista. Y así fue. Desde las aulas, desde su corta edad, los niños serán adoctrinados descaradamente. Odios y resentimientos se inoculan, en lugar de optimismo y unidad. “Lucha irreconciliable de los trabajadores con la patronal”, se lee en el Artículo 5º de los estatutos fundacionales del sindicato.

Lo que hoy se ve nos devuelve a un pasado que se creyó que ya no volvería más. Antes, el sindicato era único, había una sola dirigencia. Hoy no se sabe con quién hablar: si con los dirigentes que responden a Sendero Luminoso o a Patria Roja o a Puka Llacta, o con una mayoría de maestros sin representación visible que son insultados, golpeados y amenazados de muerte para acallarlos.

El SUTEP tiene la mayor responsabilidad de la baja calidad de la educación. Los Gobiernos, elegidos por la sociedad, también. No han sabido organizar lo que más conviene: la educación. El hijo sin habilidades destacables no será médico ni ingeniero. Será profesor, se decía. Y ya vemos que los menos calificados, sin vocación y sin bases morales ni espirituales, pasaron a ser la espina dorsal del futuro del país. Conociendo la situación actual, no hay más que argumentar. Y no es tan cierto que el perfil idóneo del maestro se encuentra en la escuela privada. También hay maestros honorables en la escuela pública

“Tus derechos terminan donde empiezan los míos”, le decía una persona mortificada a un grupo numeroso de maestros que, a empujones, bloqueaba el ingreso de un centro comercial en Huancayo. Quienes deben inculcar con el ejemplo los deberes, primero, y derechos, después, hacen exactamente lo contrario. Idiotas que haciendo uso de las redes sociales denuncian supuestas injusticias, sin responsabilizarse de sus actos, son ejemplos simples de una educación que da pena en todas sus competencias, como se dice, y en todos sus valores.

 

Manuel Gago

Manuel Gago
14 de agosto del 2017

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