Hugo Neira

Del presente impreciso

Del presente impreciso
Hugo Neira
29 de agosto del 2016

En el pueblo no quieren partidos. Los usan, que es otra cosa.

 

¿Qué se fizo el rey don Juan? / Los Infantes de Aragón, / ¿qué se fizieron? / ¿Qué fué de tanto galán? / ¿Qué fué de tanta invención como truxieron?  —Jorge Manrique —

 

La vida peruana oscila entre dos polos, la politización extrema y la indiferencia. Ninguno de los dos es saludable. Lo primero es el placer narcisista de las elites políticas, la política como una actividad para unos cuantos, tanto para los revolucionarios como para los liberales partidarios del mercado, que nunca faltaron. Pero los primeros acaban con presidentes Gonzalo en prisión. Y en cuanto a las corrientes políticas legales de nuestros días, sin duda que llegan a contar con mayorías en el Congreso, pero lo cierto es que se pueden esfumar. Miremos nuestra historia. Y para decirlo en peruano y en lenguaje popular, cuidado con creérselas.

El general Odría contó con mayorías y lo mismo Manuel Prado. No las tuvo Belaunde ni Bustamante y Rivero, y ambos acabaron con un golpe de Estado. Nada indica que vivamos en una situación diferente. El electorado no quiere o no puede aceptar un sistema de partidos políticos. Menos llegar a un bipartidismo. Después del voto de abril y junio, ha ocurrido una etapa como de tregua, de luna de miel. Pero según como se gobierne estos cinco años, puede ocurrir no solo la indiferencia del ciudadano, sino el fastidio. Me estoy preguntando, amable lector, si las fuerzas en presente, ambas cargadas de millones de votos que están a la expectativa, sobrevivirán dentro de cinco años. No es que desee ni su perpetuidad ni su desaparición. Solo pregunto.

El 5 de junio fue como la caída de un meteorito. De un golpe se extinguieron no uno sino tres o cuatro partidos políticos peruanos. Puede que el aprismo resucite, no hay modo de medir si queda gente de Patria Roja, ni cuál será el itinerario del PPC. Y la suerte de Perú Posible, del “posibilismo”, como lo llamó ese amigo generoso e inteligente que fue Hugo Garavito, ¿en qué ha quedado? Alejandro Toledo es un caso llamativo. Su gobierno no fue una desgracia. Lejos de eso, comenzó la disminución de la pobreza que luego se sigue reduciendo durante el segundo gobierno de Alan García. Y Toledo tuvo muy buenos ministros. ¿Pero de ahí a un punto como resultado electoral en las presidenciales del 2016? ¿Y la caída del voto por AG a un increíble 5,83%?  La normalidad administrativa de ese lustro fue acompañada por la tarea de demolición de la Megacomisión. Al final ambos, apristas y nacionalistas, perdieron. Ni sucesión aprista ni sucesión nacionalista. ¿Curioso no?

La política sigue patrones de conducta históricos, hechos enclavados en la tradición y en la cultura. Escribo esto para que los partidarios del presidente Kuczynski recuerden casos análogos. También fue un presidente muy popular Fernando Belaunde Terry, y no atendió a dos demandas populares. Una, la recuperación del territorio de la Brea y Pariñas. Y por otro lado, una reforma agraria que los militares, en el corto plazo de 1962-63, ya habían iniciado en el valle de la Convención. No hizo eso. En el Perú, la popularidad —sobre todo presidencial— se esfuma más rápido que nuestras neblinas matutinas. ¿Conocen el caso de un estadista peruano que hace algo fuerte y el pueblo no le agradece con el voto? Muy sencillo, Valentín Paniagua. Desde una plataforma débil, estadista de un gobierno de transición, enjuicia y pone en chirona a unos 300 altos oficiales vinculados a Montesinos. Pero cuando fue a pedir votos en el 2006, obtuvo un 5%. En otro país, habría sido un héroe cívico.

Aquí en Perú está pasando algo terrible. En el pueblo no quieren partidos. Los usan, que es otra cosa. Eso es lo que sienten los gobernados. En cuanto a los gobernantes, no les gusta el Estado. Son utópicos de todo mercado. Se sabe los enfrentamientos entre facciones de la tecnocracia limeña. Y sin embargo, esta es una democracia. O pretende serlo. Octavio Paz, sin embargo, sostuvo que en la democracia no hay absolutos “… ni un proyecto sobre el futuro: es un método de convivencia civilizada, no se propone cambiarnos ni llevarnos a ninguna parte, pide que cada uno sea capaz de convivir con su vecino, que la minoría acepte la voluntad de la mayoría, que la mayoría respete a la minoría, y que todos preserven y defiendan los derechos de los individuos”. No creo que estos principios elementales se estén cumpliendo en mi país, donde los elegidos, de presidente a congresista, se insultan. ¿Un favorcito que les hacen a los diarios, que no venden si no hay injurias? ¿Y mientras de más arriba venga, mejor? ¿Los diarios chicha? ¡Pero si todos nos hemos achorado!

 

Hugo Neira

 

Hugo Neira
29 de agosto del 2016

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