Hugo Neira

Del péndulo a la filosofía de la pendejada

Del péndulo a la filosofía de la pendejada
Hugo Neira
16 de febrero del 2015

Una mirada con ironía a los males estructurales de nuestra sociedad.

Viene a verme uno de mis exestudiantes de la Papúa Nueva Guinea de los tiempos en que dictaba cursos de antropología para jóvenes descendientes de antropófagos. Teihotaatamaraetefau, de nombre Vaitea, era el mejor pero medio chiflado. No sé cómo me ha encontrado. Me preparo a lo que me va a decir, a sus ideas estrafalarias que me dejan un reguero de sentimientos encontrados, sorpresa, desconcierto y dolor de cabeza.

—¿Cómo le va Vaitea? me escuchó decir. Trato de aparecer cordial. 

Teihotaatamaraetefau, largo y longilíneo como su patronímico, casi dos metros de estatura, como siempre se toma un tiempo en instalarse. Echa una mirada de reojo y me dice, muy tranquilo: 

— Qué gusto, profe. No nos vemos de cuando escribía en La República

Y esto es verdad, algunos pensaban que me inventaba un personaje como el “Cándido” de Voltaire, o “el persa” de Montesquieu, nada de eso. 

— Vaya al grano, Vaitea, tengo trabajo. Ni caso me hace. 

— Mire profe ¿no se caliente, ya? La última vez que nos vimos, le traje un informe mío de una ONG sobre la ausencia de sapos en Cajamarca por culpa de la Minera, ¿no? 

— Ya, ya. ¿Adónde quiere ir, Vaitea? Desembuche. 

— Bueno, el caso es que en Harvard me han pedido que retome lo de Efraín Gonzales de Olarte sobre el “Péndulo Peruano”. Les he dicho que ya no hay péndulo sino la búsqueda de otro outsider, al servicio de los grupos de siempre, una izquierda de profesores que nunca toman riesgos personales y empresarios que quieren tecnócrata que no joda con proyectos sociales. 

— Vaitea, no me haga perder tiempo. Eso lo sabe todo el mundo, no es ninguna novedad (y me interrumpe). 

— La pendejada, profe. Eso es lo que voy a estudiar, la gran contribución peruana a la civilización occidental. 

Me dice eso y se mira las uñas de las manos, es un gesto muy suyo, a mí me saca de quicio. 

—¿Cómo dice, Teihotaatamaraetefau? 

— He conseguido la ayuda de la Weltanschzüng Corporation y me financian en su país, profe. 

–– Siga, luego le digo. 

— La pendejada, profe. Entre astucia y comportamiento social ¿no? Mire, siempre ha habido, la habilidad, la maña, los griegos, Ulises y el caballo de Troya. 

— No se vaya tan lejos, Vaitea. 

— Pero profe, ¡los tiene por todas partes! La lista de los que evaden los impuestos, “Swissleaks”, los inacabables procesos por corrupción, esa también es otra pendejada peruana, las leyes embrolladas para dar chamba a los tinterillos. Chuponeos, reglajes. Abra las páginas de los diarios. La espectacular anomia, ese concepto que usted ha usado. 

— O sea, ¿va a ser un análisis sociopolítico? 

— Un estudio sociointegral, profe. Es el deporte nacional preferido. 

— ¿Por dónde va a comenzar? 

— Por universidades, profe. Me han dicho que no quieren estudios profesionales o científicos sino ser millonarios en corto plazo. Hay carreras para cómo llegar a ser pendejos, profe. Para relacionistas. O sea, el gobierno tiene plata. El país necesita carreteras, colegios, hospitales, puentes, aeropuertos, tú conectas plata con amigos. La pendejada es un estatus. Una meta. 

— ¿Llama así a una canallada? 

— No pues, no es fácil ser pendejo. El pendejo tiene que tener virtudes, la gracia para engañar, el talento para fingir, el genio de la improvisación. 

— ¿Y eso es todo? 

— Claro que no, profe. No se lo digo porque sino le escribe a Víctor Andrés y me roban la idea antes de la encuesta. Al fin se va. Y me quedo pensando. ¿Como Baltasar Gracián y el “Arte de Ingenio”?  Y lo primero que hago es esta pendejada.   

Por Hugo Neira
16 - Feb - 2015  

Hugo Neira
16 de febrero del 2015

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