Victor Andres Belaunde Gutierrez

Del niño sirio, la guerra y otras cosas

Del niño sirio, la guerra y otras cosas
Victor Andres Belaunde Gutierrez
04 de septiembre del 2015

Guerra siria deja más de 210 mil muertos y 4 millones de refugiados

La imagen de un pequeño niño sirio - de solo 3 años de edad - muerto a orillas del mar ha dado la vuelta al mundo, causando no poca tristeza y terrible impresión.

La simple pero impactante foto subraya el drama de cientos de miles de refugiados que pugnan por llegar a Europa y dejar atrás la guerra y el horror que se han desencadenado sobre sus países.

El niño de la foto no está solo. Es como el rostro de una catástrofe que el mundo observa impasible. Según cálculos recogidos por la publicación The American Interest, la guerra siria habría causado más de 210,000 muertos (de una población de 22 millones), 4 millones de refugiados y 7 millones sin hogar.  

La guerra no tiene visos de terminar y ha radicalizado aún más un Medio Oriente que ya era deficiente en moderación.

En Siria, combaten entre sí y de manera multilateral, el Estado Islámico (EI), Al Qaeda, rebeldes supuestamente moderados y restos del estado sirio respaldados por Irán. También podrían agregarse tropas rusas si son ciertos los crecientes rumores que circulan al respecto.  

Mientras tanto, a raíz de la foto, en periódicos y redes sociales, se alzan voces exigiendo justicia y ayuda para las víctimas. El problema es que ni los artículos periodísticos ni las redes sociales detendrán la tragedia. Para ello se requiere destruir y aniquilar a las fuerzas malignas que la han desatado.

Esto implica aplastar al EI junto con los demás grupos asesinos que asolan a la región, eliminándolos del mapa. Si la historia es un indicio, esto sólo sería posible luego de durísimas luchas, de duración indeterminada, no exentas de fracasos y frustraciones, como ocurre con todas las guerras.

Pero hay un asunto adicional y que va a contrapelo de la ortodoxia del multiculturalismo que ha dominado la prensa y la cultura occidental en las últimas décadas.

La aparente reticencia a recibir refugiados musulmanes no sería del todo gratuita. Responde a la creciente percepción que entre en el seno de las colonias de emigrados árabes y sus descendientes, yacerían peligrosas quintas columnas de islamistas radicales, ansiosos por derribar a los estados que los acogen e imponer sus costumbres - poligamia y misoginia incluida - al resto de la población.  

La ortodoxia multiculturalista insiste que los países anfitriones deben adaptarse y respetar la cultura de los recién llegados.

La verdad es al revés, el migrante debe adaptarse a los preceptos y valores de la sociedad que lo recibe. Si esta distorsión no se corrige, no habrá ambiente en ningún país del mundo para dar asilo a los perseguidos, magnificando el sufrimiento humano enormemente.

¿Que hacer entonces?

Hay un deber cristiano imperativo e insoslayable de no abandonar a los refugiados a su terrible suerte. No debe repetirse la indiferencia con la que se trató a los judíos que huían de Hitler antes de la II Guerra Mundial, cuando estos eran devueltos a una muerte segura a manos de los nazis. Eso acabo mal, para todos.

Pero tan importante como la solidaridad cristiana con las víctimas de esta guerra es derrotar a las fuerzas demoníacas que la han desatado. Esto, además, debe hacerse antes que el EI y sus secuaces en el mal consoliden sus dominios y esparzan sus crímenes por el mundo.

Aún queda tiempo para ello, aunque quizá no demasiado.

Por: Víctor Andrés Belaúnde Gutiérrez

Victor Andres Belaunde Gutierrez
04 de septiembre del 2015

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