Dardo López-Dolz

DEFINIENDO INCLUSIÓN

DEFINIENDO INCLUSIÓN
Dardo López-Dolz
17 de enero del 2017

No debe ser asumida como tolerancia ciega ni aceptación sumisa

Entiendo la tolerancia como respeto a costumbres, gustos, apetitos, placeres y creencias distintas a las propias. Descrita así es una virtud que hace más sencilla la convivencia humana. Pero la tolerancia tiene un límite natural: para que el tolerante (persona o sociedad) pueda seguir siéndolo, necesita seguir existiendo. Cuando las actitudes de los tolerados amenazan la propia existencia de la sociedad que los tolera, se activa el reflejo de supervivencia y la tolerancia, lógicamente, acaba. Cuando por ablandamiento cultural (o insuficiencia gonadal), la persona o la sociedad ha perdido el reflejo y no reacciona, acaba siendo víctima de su propia blandura, corriendo el riesgo de extinguirse.

Europa, por largo tiempo occidental y cristiana —ablandada por la cultura del bienestar, con tasas de natalidad decreciente y con un inmenso e irracional sentido de culpa heredada de su pasado imperial—, perdió la entraña necesaria para la supervivencia como sociedad y hoy batalla palmo a palmo en retirada frente a la ofensiva de las versiones más radicales de la cultura musulmana, prolífica en hijos, intolerante hasta el homicidio.

La inclusión bien entendida, no debe ser asumida como tolerancia ciega ni aceptación ad infinitum de la imposición de estadíos culturales hace mucho superados por la cultura (ciudad, barrio, país o continente) que recibe a los migrantes. Inclusión implica tolerancia al migrante, durante el periodo en que adecua su vida a las formas, costumbres y valores de la sociedad en la que ha escogido vivir. La razón que sostiene esta afirmación es que el migrante dejó su lugar de origen porque las circunstancias que allí existen son fruto precisamente de un grupo de costumbres y valores, formas productivas, niveles de respeto (o irrespeto) al prójimo que lo hacían un lugar poco atractivo. El lugar hacia donde migró, por el contrario, es más atractivo, precisamente por ser diferente al que dejó. Es por tanto su obligación aprehender y practicar los valores, costumbres y niveles de respeto del lugar que le pareció suficientemente atractivo para migrar.

Habrá siempre quienes se aferren a sus costumbres y valores. Ellos tienen derecho a hacerlo dentro de las cuatro paredes de su hogar, siempre y cuando no atenten contra la ley y la tranquilidad del entorno que los acoge; pero deben ser conscientes de que serán solo huéspedes, en tanto no incorporen la cultura que los acogió.

La equívoca elevación académica a rango de cultura de estadíos culturales pretéritos ha hecho sucumbir la habitabilidad de ciudades otrora jardines, y perder el liderazgo a países antes identificados como sueños, objetivo so metas. La reciente elección en EE.UU. es una clara reacción contra ello.

Respecto a las minorías con costumbres, gustos, afectos, placeres o apetitos discrepantes de la práctica de la mayoría (que es la que, lógicamente establece lo que se entiende como normal en una cultura), incurren en el mismo atropello cuando lanzan andanadas beligerantes que, emulando al radicalismo musulmán, atacan con expresa intención de destruir los valores culturales y religiosos de la sociedad que decidió ser tolerante.


¡Cuidado! No solo en física toda acción genera una reacción equivalente.

Por Dardo López-Dolz

Dardo López-Dolz
17 de enero del 2017

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