Mario Saldaña

Decisiones a oscuras y a la medida

Decisiones a oscuras y a la medida
Mario Saldaña
17 de diciembre del 2015

Sobre la crisis interna del PPC y su alianza final con el Apra

El grueso de la población no solo mira mal esta feria electoral de fichajes, pases, pactos, alianzas y salvatajes de último minuto en las organizaciones políticas porque le suenan a un “toma y daca” inapropiado, a un permanente pago de facturas o a un eterno “hoy por ti mañana por mí”; sino porque es la expresión más nítida de lo lejos que están los “partidos” de la sociedad.

En las democracias más abiertas e institucionalizadas los procesos de toma de decisiones de los partidos (la elección de candidatos en particular) son producto de procesos mucho más elaborados y de negociaciones más sofisticadas que la simple y última voluntad de una, dos o tres personas.

Es cierto, siempre se negocia y se pacta, pero los interlocutores terminan siendo voceros de corrientes de opinión no solo al interior de las organizaciones sino que éstas se han hecho conocidas pública y transparentemente. Por eso es que , por ejemplo, hace más de 8 años, la designación de Barack Obama como candidato del Partido Demócrata se produjo tras un abierto, público e intenso debate interno; me atrevería a decir que bastante más que la lid con la colectividad republicana que terminó siendo derrotada.

Nuestra debilidad institucional hace que la designación de candidatos (presidenciales, congresales, regionales, municipales y otros), si bien regulada y supuestamente abierta, termine siendo una parodia del cumplimiento de la ley, un chiste mal contado. Todos los partidos hacen como que cumplen “el espíritu de la ley” y nosotros hacemos como que les creemos. Una charada.

Ojo, es posible que los pocos “suertudos” (una, dos, tres, cinco personas, depende de cada partido, aunque normalmente al final es uno el que corta el jamón) tomen decisiones correctas, pero ello es una expresión de que, más que organizaciones políticas, estamos ante una suerte de logias cerradas, clubes de acceso restringido con propietario inscrito ante los registros públicos hasta que se muera o hasta nuevo aviso.

Por ejemplo, muchos hemos lamentado la reciente crisis en el PPC. Hemos sido testigos de debates encarnizados entre los bloques en conflicto. “!Que pena!”, sentenciaban algunos, “pues los trapitos sucios se lavan en casa”; pero olvidamos que en una sociedad abierta, que es (querámoslo o no) a lo que se proyecta el Perú, los partidos no pueden ser más cotos cerrados, una suerte de convento de laicos con sus propias reglas a los que recurren quienes luego desean asumir cargos de representación pagados con nuestros impuestos.

Lo peor de todo es que esa profunda crisis, abiertamente ventilada por el partido de Bedoya y que aparentemente conducía a una ruptura, de un momento a otro terminó con esta alianza formalizada con el APRA; con lo cual, o la crisis no era tan dramática, o la misma se reducía al control de la organización en perspectiva de las elecciones, y por ende, Lourdes Flores terminó de unir a las partes divididas vía pacto con el APRA, en la seguridad de que solo ello los mantendría “unidos” y salvando una inscripción tras 50 años, pero hoy pegada con babas.

¿Quiénes tomaron entonces finalmente esa decisión en el PPC?. ¿1, 2, 3, 10, 20 personas? ¿Qué criterios y alternativas estuvieron en juego para que dos facciones al borde de la guerra desistieran?

La oscuridad es lo menos democrático en la política.

Por: Mario Saldaña C. (@msaldanac)

Mario Saldaña
17 de diciembre del 2015

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