J. Eduardo Ponce Vivanco

De tecnócratas, lobistas, políticos y demagogos

Sobre los cambios en el Gabinete ministerial

De tecnócratas, lobistas, políticos y demagogos
J. Eduardo Ponce Vivanco
28 de julio del 2017

Sobre los cambios en el Gabinete ministerial

¿Han sido bien seleccionadas las nuevas ministras? ¿Está bien que no se haya cambiado a la ministra de Justicia? Pienso que sí. Descalificar a tecnócratas por no ser “políticos” e identificarlos como lobistas es pura demagogia, más un poco de moda en el análisis.

Comencemos por la “antigua” ministra Pérez Tello. Ninguno de sus ex colegas parlamentarios podría negar que es una polemista destacada, una buena abogada y una persona íntegra. Su pasión por los derechos humanos puede darle una aureola “caviar”. Pero la entereza que ha mostrado en la defensa del Estado en el caso de la Procuraduría y diferenciarla de la Fiscalía evidencia que tiene valor para enfrentar una opinión tan extendida como infundada: que los procuradores pueden —o deben— actuar por el Estado en contra del Gobierno que lo administra, aun cuando esa sea función del Ministerio Público.

El Estado es el conjunto de instituciones fundadas en un orden jurídico, presidido por la Constitución y administrado por un Gobierno que ejerce las funciones que la sociedad le ha confiado. Para cumplirlas requiere un funcionamiento complementario de las instituciones, evitando conflictos de competencia entre una y otras. Contra la corriente popular, Pérez Tello ha corregido una situación anómala y perjudicial (justificada en la irrepetible época del ex procurador Ugaz, pero no ahora). Y lo ha hecho aunque le cueste la interpelación y la censura. Vale.

El Perú necesita un Ministerio de Energía y Minas potente y promotor. El perfil de Cayetana Aljovín calza con el desafío de su futura cartera, vital para el desarrollo del país. Tiene amplia experiencia en lo público y lo privado, y en periodismo audiovisual, y además goza de la confianza del presidente en una cartera que él mismo ocupó hace años.

La señora Choquehuanca luce bien para el ministerio que ocupará. Es del partido de gobierno, debe tener colegas congresistas que la respetan, ostenta un apellido que la vincula con nuestras etnias autóctonas y su exposición mediática es empática. Es economista, empresaria de metalmecánica, vinculada gremialmente con las pymes… y arequipeña. Dará fuego.

Y Fiorella Molinelli es una tecnócrata de reconocida capacidad para acelerar la inclusión social promoviendo el desarrollo. No es justo atribuirle responsabilidad por el manejo político del fiasco de Chinchero, ni es razonable privar al Gobierno del concurso de quien es capaz de aportar conocimiento y eficiencia en la gestión pública.

El binomio tecnócrata-lobista, de reciente creación criolla, se traduce en imágenes falsas y dañinas basadas en falacias: los tecnócratas son incapaces de hacer política y los lobistas son profesionales que, ilícitamente, promueven negocios (y si se meten en política lo hacen para favorecer a las empresas). Casi se desprende que las dos actividades tienden a fusionarse en forma perversa. Ser profesional o técnico —es decir, tecnócrata— era socialmente positivo. ¿Por qué ya no lo es? Y la gestión de intereses —el lobismo— está regulada por ley, además de ser una actividad exigente y reconocida en países donde se respeta el estado de derecho.

La política es una actividad noble e indispensable para la sociedad humana porque es —o debería ser— expresión de la ética. Un quehacer que surge del interés de los ciudadanos de que algunos de ellos se ocupen del interés de todos. Lamentablemente, la otra cara de la política es la demagogia; una perversión definida por la Real Academia de la Lengua como la “degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”. Es lo que ahora se conoce como populismo. Parte consustancial de este es la manipulación conceptual y la creación de cartelones publicitarios para confundir al ciudadano y avanzar arteramente en el favor y el voto popular.

Pero así como hay buenos tecnócratas, buenos lobistas y buenos políticos, no puede haber demagogos o populistas buenos, porque quienes manipulan la credibilidad ciudadana están descalificados para actuar por el bien común.

 

J. Eduardo Ponce Vivanco

 

J. Eduardo Ponce Vivanco
28 de julio del 2017

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