¿De qué “modelo” hablan?

El problema es de manejo y gerencia, de mediocridad e improvisación

Todavía hay quienes hablan de un “modelo” incapaz de resolver oportunamente —o sea, ¡ahora y ya!— los problemas de la población, de salud, educación y seguridad ciudadana, pobreza y exclusión, institucionalidad y ciudadanía. Pero el problema del “modelo” no es por su concepción económica o social; el problema de cualquier “modelo” es de manejo y gerencia, de mediocridad e improvisación, de ausencia de valores sustanciales como honradez y verdad. Un “modelo” —ya sea liberal, socialista, de tercera vía o de lo que sea— no es sostenible si la pendejada se convierte en autoridad; y si la población, indiferente y atontada por los medios y sus contenidos perniciosos que hacen daño, no defiende lo que más conviene, que es la pulcritud en el manejo público.

El “modelo” no es culpable de las perezas ciudadanas, de ideas estáticas ancladas en el pasado, de la pasividad de los dirigentes incompetentes frente a tantas posibilidades de crecimiento y desarrollo que se ofrecen en el mundo de hoy. Tampoco de tantos, miedos, taras y complejos que impiden a las mayorías ver lo que los pocos ambiciosos e impacientes ven con cierta claridad. La culminación del puente Comuneros, en Huancayo, no es problema del “modelo”. Ese es más bien un problema de ineficacia, de tercerización de los contratos adjudicados por concursos públicos, de paralización de obras de la anterior gestión que la autoridad actual impone. El “modelo” no es cómplice de los llamados laudos arbitrales que comprometen a los presupuestos en todo el país, de esos 12 millones de dólares que la empresa ONCOSERV le quiso birlar al gobierno regional de Arequipa, acudiendo a un proceso extrajudicial amañado en el que reclamaba desacuerdos insalvables.

El “modelo” no es actor mezquino de tantas “obritas” ni derrochador en “megaproyectos” que se celebran con cortamontes y comparsas, haciendo de la autoridad el “chocherita” más querido. “Obritas” y “megaproyectos” sin beneficios alguno. Allí están los dineros desperdiciados en enormes palacios municipales, enalteciendo a la burocracia, gigantescos mercados municipales para un puñado de caseritos, terminales terrestres abandonados por falta de pasajeros, carreteras colapsadas sin alternativas viables —porque cada autoridad tiene su proyecto contratado con un pariente pobre por intermedio del “magíster” que le copió la idea a otro— y cientos de mamachas y chutos inmortalizados en cada paraje provinciano, haciendo añicos todos los presupuestos. El “modelo” no es culpable de la “problemática” Doe Run, que hasta ahora no es enfrentada técnicamente ni en perspectiva, sino con leguleyadas y conveniencias ambientalistas que lo contaminan todo.

¿De qué “modelo” hablan quienes perdieron por voto popular? ¿De "recursos estratégicos" controlados por el paternalismo estatal? ¿De negarle a Perú más mercados en el mundo y de innovaciones agroindustriales, de dejar morir a los ancianos en completa indigencia, sin seguro médico, previsión y ahorro? A la luz de las recientes encuestas, que dicen que el sur peruano prefiere a PPK en la presidencia, las ideas de Hernando de Soto —expuestas en El otro sendero en 1986— se consolidan una vez más. La economía del sur pujante, libre e informal, logró invertir en construcción y comercio mucho más que el Estado. Ellos, emancipados y a su libre albedrío, sin ayuda de la formalidad institucional, con las “juntas” financiando sus emprendimientos, fueron capaces de salir victoriosos en cada negocio, sin un “modelo” como guía, sino con su buen olfato agudizado en la calle.

Si hay debates, sabremos de qué modelo hablan los candidatos.

Manuel Gago