Rocío Valverde

De Priscilla a RuPaul, el culto se vuelve mainstream

De Priscilla a RuPaul, el culto se vuelve mainstream
Rocío Valverde
06 de junio del 2016

El éxito de las drag queens ¿Será que estamos abriendo nuestras mentes?

“First I was afraid/ I was petrified/ kept thinking I could never live/ without you by my side” sonaba en la televisión. Pero cuando me acerqué, en lugar de encontrar los ensortijados cabellos de Gloria Gaynor vi a tres mujeres con prominentes y contorneados brazos, monos súper acampanados y piezas en la cabeza que parecían formar una peluca hecha de mariposas, rosas y capullos. Estaba viendo la película Las aventuras de Priscilla, reina del desierto y, aunque a los diez años no entendía qué ocurría, me sentía cautivada por la presencia escénica de esas tres reinas con sus dibujadas cejas que reflejaban una eterna expresión de asombro. En su momento muchos creyeron que sería esta la película que traería la cultura gay para el consumo de todos. Vamos, que pensaron que esto se volvería mainstream, pero finalmente se quedó en “película de culto”.

Años después —luego de una escueta cena, unas cervezas y bebidas varias, acordes a la planificación y billetera de una universitaria— terminaría la noche en el Barrio de Chueca de Madrid. En cuanto entramos por la puerta de aquel recoveco con luces de neón rosas, una voz rasposa y profunda preguntaba al público si nos debía dejar entrar al espectáculo o nos mandaba a un zulo por interrumpirla. Esa noche creí ver a una Cher adicta al gimnasio y portando taconazos en el escenario, calentando a la platea con una coreografía de gogó curtido y la dramática declaración: “I'm strong enough to live without you”. Ese maquillaje, esos impactantes atuendos de haute couture, el porte y esa chulería hipnotizante. Uniendo los puntos me di cuenta que estaba en un drag show, el primero de muchos.

Ese mismo año se estrenó en la televisión el show de RuPaul, en el que nueve drag queens competían para hacerse con el título de “La nueva superestrella drag de Estados Unidos”. En el programa debían coser sus propios atuendos (a partir de telas y ropas de las tiendas de un dólar), hacer su maquillaje, decorar y peinar sus pelucas, preparar una sesión fotográfica, una coreografía o interpretar un guión; y si no eran capaces de dejar el listón muy en alto, debían de batirse a duelo en un playback con otra concursante. Estas damas son realmente artistas. Desde ese momento el show ha influido masivamente en la jerga inglesa con su throwing shade, realness, read for filth, y ha acuñado la frase “start your engines”. Además, los tips de maquillaje que se usa para hacer drag se han viralizado, pues a muchos nos sonará conocido la técnica de contour and highlight. No sean ingenuos, esa fantástica estructura ósea de las actrices y modelos de moda no se las ha dado el Espíritu Santo, sino un palette de contour.

El show de RuPaul es adictivo, pues cada temporada regresa con una elenco de drags con personalidades efervescentes y con historias de vida complicadas. Y ha sido así que entre playbacks, pelucas y mucho descaro se han destapado y tocado temas, cuando menos, sensibles, como el proceso de aceptar su sexualidad, el abandono por parte de los padres, el rechazo de la familia, la drogadicción, la cárcel, el VIH y el activismo por la igualdad de derechos de los minorías sexuales. El show ha logrado su cometido: ha entretenido, pues no por nada lleva ocho temporadas; pero a la vez ha logrado sensibilizar a una gran parte de la población, y ha ayudado a salir de la ignorancia a mucha gente que aún cree que es una opción el ubicarse en algún lugar del espectro de la sexualidad. No. Una opción es lo que me pido de beber hoy en el bar, que será un cocktail colibrí con bananas y leche de coco.

Desde el 2009 hemos visto una campaña brutal del merchandising de la marca RuPaul y de sus reinas, a medida que su patrimonio incrementa. Y el único motivo por el que la cuenta de banco de estas drag queens se engrosa es sencillamente porque el público devora todo lo que producen, ya sean libros, videos en YouTube, barras de chocolate, espectáculos en teatro, discos, etc. ¿Quién lo hubiera pensado? ¿Será que los habitantes de este mundo estamos abriendo nuestras mentes?

 

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
06 de junio del 2016

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