Franco Germaná Inga

De presidente a pez gordo

De presidente a pez gordo
Franco Germaná Inga
07 de febrero del 2017

El rol histórico que Toledo no entendió.

El viernes pasado el Perú fue testigo de cómo cayó el primer pez gordo por el escándalo Lava Jato: Alejandro Toledo Manrique. Al ex presidente de la República se le acusa de haber recibido US$ 20 millones en sobornos de Odebrecht por la concesión de los tramos II y III de la carretera Interoceánica.

Se escribirán cientos de libros y artículos sobre Toledo. En cierto modo, su historia es fascinante: fue lustrabotas, estudió becado en Estados Unidos, cursó un doctorado en Stanford, regresó a su país y se volvió el símbolo de la lucha contra la corrupción y de la defensa de la democracia. Convocó la Marcha de los Cuatro Suyos, se convirtió en presidente y ahora está a puertas de entrar a la cárcel por cargos de corrupción; esa misma lacra que juró combatir.

Los grandes líderes de la historia son recordados por sus acciones y por las circunstancias que les tocó vivir. Así tenemos que en el panteón de los grandes líderes históricos, a cada uno de ellos se le admira a través de los tiempos por su heroísmo, coraje o capacidad para afrontar condiciones adversas. Es en el fuego que se funde el acero. Por ende, Lincoln no sería Lincoln sin la Guerra Civil Estadounidense; Gandhi no sería Gandhi sin el colonialismo; Churchill no sería Churchill ni Franklin D. Roosevelt sería Franklin D. Roosevelt sin la II Guerra Mundial; Martin Luther King no sería Martin Luther King sin la segregación racial y Mandela no sería Mandela sin el apartheid. El líder se pone a prueba en las circunstancias, y si triunfa tiene la gloria y el eterno recuerdo de la historia.

En el Perú, Toledo no sería Toledo sin la dictadura fujimorista. Él fue el primer presidente democráticamente electo después de la dictadura y tuvo la gran oportunidad de trascender en la historia peruana y continental como un símbolo de la democracia y lucha contra la corrupción. Lamentablemente no entendió su rol histórico y se convirtió en aquello mismo que juró combatir: un corrupto, según la información que un colaborador eficaz le proporcionó al Ministerio Público.

¿Por qué un presidente se decide por la coima en lugar de trascender en la historia por su legado? Es difícil encontrarle respuesta a esa pregunta, un presidente lo tiene casi todo: poder para cambiar la vida de las personas, reconocimiento, comodidades, prestigio, cariño de la gente, seguridad. Entonces, ¿cuál es la necesidad de robar? Ninguna ciertamente. En mi opinión, la clave del que un presidente se decida por la coima en lugar de asumir su papel histórico está en el casi. Si son honestos y no roban nunca se convertirán en millonarios por el mero ejercicio de su cargo. Es en esas aguas turbulentas del poder, en ese casi, que un presidente deja de ser presidente y se convierte en un pez gordo.

La moraleja que el caso Toledo nos deja es que en la política el título más importante que posea un gobernante no es un doctorado, sino sus valores.

Por Franco Germaná Inga

@FrancoGermana
Franco Germaná Inga
07 de febrero del 2017

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