De la res nata a la nada

Sobre educación, etimologías y realidades

Ilustrativas e interesantes las etimologías. Siempre apasionantes. Siempre apasionadamente decidoras para quien lo ha de menester.

Según la Real Academia Española de la lengua, la palabra nada significa “No ser, o carencia absoluta de todo ser”. Pero esa palabra deviene –curiosamente- de res nata, de cosa nacida y viviente. Ocurre que con el tiempo no nata se convirtió en nada por una elipsis del no. Jean Corominas explica maravillosamente este tránsito.

Lo interesante del caso es que la palabra nada –tributaria etimológicamente de vida- devino precisamente en la antítesis de nacido y de alguien. Para terminar en sinónimo –lo hemos adelantado- de “carencia de todo ser”.

Hemos dedicado siete artículos a analizar el asunto educativo en marcha. Y subrayamos desde un inicio que “El proceso educativo es un proceso comunicativo…”. Lo que suponía concreta y específicamente elucidar con claridad “quién, dice qué, a quién, para qué, cómo, cuándo y dónde” y añadíamos: “La respuesta a estas preguntas es el quid de toda reforma educativa y ello presupone diagnósticos REALISTAS como punto de partida”.

Al pasar revista al asunto educativo en marcha durante este gobierno –aclaremos que el problema no es de hoy- hemos podido constatar – con argumentos, con ejemplos y data- que la educación sigue no concibiéndose como un proceso comunicativo. Seguimos en la lógica de que un número determinado de “iluminados” formula una propuesta inorgánica que no solo ignora los estudios realistas demandados, sino fundamentalmente ignora al receptor: los estudiantes. Ignora, entonces, sus competencias y habilidades para la comprensión y con ello inhibe y castra su futuro.

Decíamos al respecto que “…una política educativa que ignore la realidad podrá acaso elaborar bonitos documentos sobre propuestas curriculares y metodologías, pero si estas no atienden realidades de base quedarán tal vez ahora en metas, indicadores y presupuestos por resultados finalmente irreales. “. Añadiendo: ”Las políticas públicas no pueden esquivar realidades sociales…A no ser que –en el caso de la educación- no entendamos en qué consiste y cuál es nuestra responsabilidad ética frente a ella”.

La realidad de nuestros maestros nos dice que: “Más allá de esa paupérrima formación pedagógica…, una revisión simple del currículum cursado por ellos nos muestra cuán alejados están estos cursos de los estudiantes que hoy se tienen en aula. Si a esto le sumamos que muchos eligieron el oficio por default, es claro que por más cursos y capacitaciones que se realicen, los maestros que tenemos en ejercicio no son los personajes indicados para llevar a cabo la ‘Reforma Educativa’ de la que se nos habla…”.   

Porque de reforma educativa se nos está hablando. Y –que sepamos- la estructura orgánica del MINEDU sigue incólume y burocráticamente ineficiente; no se ha discutido tampoco ni la duración, ni el norte de la educación inicial, básica, técnica o superior, como un todo; la estructura curricular tampoco ha sido objeto de modificaciones sustanciales y recién pretende ser abordada; y menos se nos ha anunciado hacia dónde apunta esta reforma. En la cual –lo hemos dicho- el receptor se encuentra ausente. El alumno real y su futuro real.

A pesar de que los flashes publicitarios digan lo contrario y que legos y profanos tal vez se sientan cegados por ellos –en algunos casos interesadamente-, lo cierto es que en efecto el asunto educativo transita por la nada. Por la antítesis de res nata. Negando, entonces, la vida y la vida de un alguien receptor. La educación parece seguir concibiéndose como un bien supremo que elude su concepción como proceso comunicativo.

Por: Eduardo E. Zapata Saldaña