Cusco: se organiza una rebelión

Cusco es una de las regiones más ricas en recursos naturales del Perú. Sin embargo, a pesar del dinero que generan Camisea, la minería y el turismo, Cusco no tiene un hospital de tercer nivel, con equipos modernos y de alta especialización. Además cuenta con red vial peligrosa y sin mantenimiento; por ejemplo, la carretera al Valle Sagrado, a Sicuani y a las provincias altas cada día es más insegura y el riesgo de accidentes mortales se agudiza en época de lluvias y de heladas. La provincia de La Convención es el caso más patético del fracaso de la clase política nacional y regional: sus 14 distritos no tienen agua ni desagüe, menos un hospital. Y la carretera Echarate-San Francisco, que podría potenciar la agroindustria, es una trocha peligrosa e insegura, tomada por el crimen organizado para el transporte de drogas.

El turismo es la actividad de cientos de pequeñas empresas cusqueñas que sufren el acoso del Estado, como si fuese un enemigo. Los persigue la Municipalidad, la Sunat y la Dirección Regional de Turismo. Por otro lado, están las grandes empresas de aviación, los hoteles, las agencias de turismo limeñas y la empresa de trenes que va a Machu Picchu, que son percibidas como las únicas beneficiarias del turismo. Claro, para ellas no hay fiscalización ni sanción así traten mal a los peruanos, señalan los cusqueños.

El aeropuerto internacional es un anhelo cusqueño y es visto como una herramienta de desarrollo regional. Sin embargo, algunos especialista de turismo han señalado que, tal como se proyecta, solo favorecerá a las empresas de aviación, que podrán incrementar su vuelos. Y a nadie más, porque no se han planificado las obras complementarias del aeropuerto; como el tren de cercanías que una Sicuani con Chinchero, o una alternativa a la carretera al Valle Sagrado, que está a punto de colapsar. Tampoco se ha hecho un estudio sobre la capacidad instalada de hoteles y albergues, lo que pone en peligro al Valle Sagrado, porque puede convertirse en un inmenso pueblo joven lleno de hoteles y bares, acabando con este bello sistema ecológico de los Andes, como sucedió con la campiña arequipeña. Incluso, afirman, no hay un estudio serio sobre cuánta gente puede visitar el santuario de Machu Picchu para no destrozarlo; como está sucediendo con Aguas Calientes, donde impera la ley del más fuerte.

Los cusqueños no olvidamos las promesas sobre Camisea. Ninguna de ellas se ha cumplido; al contrario, el gas en Quillabamba cuesta S/ 52 y en Cusco S/ 37, todo ha sido una mentira y una estafa. La región ha recibido aproximadamente, desde el 2003 hasta la fecha, US$ 6,000 millones —es decir, unos S/ 20,000 millones— al margen de los ingresos por canon minero y turismo (que, por cierto, sirve para financiar la burocracia corrupta del Ministerio de Cultura). Ahora, nadie sabe dónde está el dinero de Camisea.

El presidente Vizcarra estuvo implicado en el escándalo de las agendas corruptas del aeropuerto cuando era ministro de transportes. Hoy como presidente debe enfrentar a sus examigos de Kuntur Wasi, que han presentado el jueves pasado una demanda de arbitraje ante el CIADI por la resolución del contrato. Nos preguntamos si se van a paralizar las obras del aeropuerto y se van a dejar de proyectar las obras complementarias. El Gobierno está en la obligación de mantener una posición clara; si no lo hace en el transcurso de esta semana, se avecina una rebelión que lo puede sacar del poder así tenga el respaldo del fujimorismo.