Carlos Arnillas Denegri

Cuidado con los enemigos de la democracia

Cuidado con los enemigos de la democracia
Carlos Arnillas Denegri
05 de enero del 2017

No debe sorprendernos el vínculo entre la izquierda y el narcotráfico

Por Carlos Arnillas Denegri

Seguramente nuestra democracia no es la mejor del mundo, pero es el menos imperfecto de los sistemas de gobierno que hoy existen. Da buenos resultados en otras sociedades, en las que existen partidos políticos fuertes y organizados, y donde la cultura cívica de sus ciudadanos les permite delimitar claramente entre sus derechos y sus deberes para con su país.

Nuestra etapa republicana se ha caracterizado por regímenes que nos han tenido al filo de la navaja, oscilando entre dictaduras y débiles democracias, con un saldo de 25 años de terrorismo, que significó 60,000 muertes. Y una creciente lacra narcoterrorista que, según las últimas informaciones, produce 560 toneladas de clorhidrato de cocaína anuales, de las que solo se incautan de 30 a 40 toneladas; es decir, menos del 10%, a diferencia de Colombia que se incauta el 50% de la cocaína que produce.

Los expertos en temas de narcotráfico sostienen que en la actualidad hay trece narco parlamentarios en el Congreso, y que en catorce regiones del país ejercen poder político como gobernadores o alcaldes muchos capos del narcotráfico, sin que los servicios de inteligencia les hagan seguimiento alguno. Es decir, estamos frente al peligro de que la situación de inseguridad ciudadana se vea agravada si no se pone coto a esta lacra social.

Las narco universidades e institutos superiores han aparecido como hongos en diferentes ciudades del país, sirviendo como lavaderos de dinero mal habido; aclarando, eso sí, que entre ellas no están el puñado de universidades prestigiosas que funcionan en forma transparente. Otras, sin embargo, oscuras y sin la mínima calidad, son defendidas ardorosamente desde diversas instituciones, incluyendo al poder Legislativo y el Congreso

A esta preocupante situación hay que agregarle que no contamos con una clase política preparada, lo que ha dado lugar a la casi desaparición de los partidos tradicionales. Han surgido, en su defecto, movimientos independientes que son los que hoy gobiernan en todas las regiones y provincias del país, sirviendo de coladera para que se infiltre gente con oscuro pasado y dudoso presente.

Lamentablemente esa es la realidad de la que hoy se quieren aprovechar no solo los narcoterroristas, sino también las fuerzas políticas de extrema izquierda, que buscan pescar en río revuelto, enfrentando al Ejecutivo con el Congreso, para desestabilizar la débil democracia existente. Quieren provocar una crisis política promoviendo el enfrentamiento de PPK y su gabinete con un Congreso que, a pesar de sus defectos, representa la voluntad popular expresada en las urnas hasta el 2021.

El 2017 trae al gobierno cinco grandes retos: la lucha contra la corrupción en la administración pública, garantizar y promover las inversiones, combatir la inseguridad ciudadana, mejorar los sistemas de salud pública y asegurar una educación de calidad en todo el país.

El desafío es grande, por lo que se debe diseñar, cuanto antes, una estrategia que contrarreste los esfuerzos de la izquierda radical, caracterizados por manifestaciones antimineras, huelgas regionales, así como campañas psicosociales en medios. No debe sorprendernos la existencia de un vínculo entre esa izquierda y el narcotráfico. El gobierno de PPK tiene que desmarcarse de los infiltrados que, bajo el pretexto de haberlo apoyado y de desarrollar un antifujimorismo enfermizo, pretenden hacerle pagar una factura demasiado alta. No solo a él, sino a todo el país.

Carlos Arnillas Denegri
05 de enero del 2017

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