Luis Hernández Patiño

Cuestión de clase

Ejecutivo no quiere que el Congreso lo fiscalice

Cuestión de clase
Luis Hernández Patiño
26 de septiembre del 2018

 

Como se recordará, el domingo 16 del presente mes de setiembre el presidente de la República anunció, mediante un mensaje a la nación, el planteamiento de una cuestión de confianza. Unos días después, el miércoles 19, el jefe del Consejo de Ministros se presentó ante el Congreso y la confianza le fue otorgada. Ahora los defensores del régimen se esfuerzan por vendernos aquello como una gran y apabullante victoria del Poder Ejecutivo.

Los peruanos, supuestamente, deberíamos estar infinitamente agradecidos ante la maravillosa calidad de la gestión de lujo del régimen de turno, que ha sido capaz de pechar al parlamento. ¡Pero eso no es todo! Además de estar agradecidos, tendríamos que apoyar al Gobierno, sin dudas ni murmuraciones, pues estaríamos a punto de iniciar un nuevo amanecer, una inesperada y hermosa aurora republicana. Así que ¡Arriba, Perú!

Sin embargo, cabe una pregunta: ¿La solicitud planteada por el Poder Ejecutivo gira realmente en torno a una cuestión de confianza? Ante tal interrogante, resulta necesario hacer un breve repaso histórico del contexto de tipo mercantilista en el que nos encontramos.

Recordando un poco

Hace 18 años en el Perú llegaba a su fin el régimen de Alberto Fujimori y se planteaba el inicio de una nueva etapa, entonces se nos vendía bajo la marca de un proceso de transición hacia la democracia. Más de uno se entusiasmó con esa nueva etapa, se emocionó, empezó a abrigar grandes ilusiones y compró aquel producto, sin interesarse por averiguar cuál sería su precio. Sin embargo, en la actualidad no es difícil percibir que estamos viviendo en el marco de una democracia que podría estar transitando hacia el totalitarismo.

Nos encontramos bajo el dominio de una clase que ha logrado instalarse en las esferas de nuestra vida social y del Estado, como resultado de un lento y muy cauteloso apoderamiento de tipo político y cultural, inspirado en todo un proyecto de hegemonía. Ahora ese proyecto tiene también en su mira a la familia natural, como se refleja en el Decreto Ley N° 1408.

Pero el dominio de aquella clase aún no es total, e incluso parece estar en problemas. Esto se debería a un conjunto de condiciones negativas, que le han quitado capacidad de maniobra al llamado poder fáctico. En efecto, la clase dominante hoy se enfrenta al destape de una corrupción que resulta inocultable y que, al desbordarse, pone en problemas la vigencia del modo mercantilista de concentración de riquezas, así como los privilegios del grupo de “compadres” que viven y lucran con ese mercantilismo.

El fondo del asunto

Ante ello, el Poder Ejecutivo ha actuado para evitar cualquier eventualidad de peligro de pérdida de gollerías. En tal sentido, lo planteado ante el Congreso no es una cuestión de confianza, sino una cuestión de clase. Es con tal propósito que se ha movilizado a los sirvientes intelectuales y artísticos del poder. A su vez, se ha puesto a trabajar a los destacamentos de acción rápida, constituidos por algunos marchantes callejeros y por el lumpen cibernético, a los que se recluta para usarlos en ocasiones como esta.

El verticalismo, que lamentablemente está muy acendrado en nuestra cultura, ha sido un recurso que una vez más se ha usado con maquiavélica eficiencia. Valiéndose de él, se ha renovado una vez más el culto a la figura del caudillo para presentarlo ante las masas como el que sí es capaz de enfrentarse a todo tipo de obstáculos, incluyendo al Congreso. De ese modo se ha logrado que las masas, injustamente sumergidas en la ignorancia, aplaudan la presión y el ataque a la institución parlamentaria, sin comprender las consecuencias que ello podría traer.

La clase dominante no está dispuesta a permitir que el Congreso fiscalice qué se está haciendo con los recursos de la nación (nuestro dinero). Esa función fiscalizadora, que por lo demás es naturalmente inherente a la existencia del parlamento como institución representativa, resulta en este caso un obstáculo para los intereses de quienes ostentan el poder. Al respecto, si observamos bien, el calificativo de obstruccionista que se le pone al parlamento aquí tiene un eminente carácter de clase.

En ese contexto, es necesario reconocer la postura digna de los parlamentarios políticamente incorrectos, que el 19 de setiembre estuvieron a la altura de las circunstancias, al momento de emitir su voto, frente a la cuestión de clase que se les planteó. En este punto, hay que diferenciar entre la actitud de estos y la de aquellos socialistas y pro clase dominante que votaron en contra, pero con su más y con su menos. Recordemos que en la campaña electoral del 2016, valiéndose de pretextos hoy ya gastados, contribuyeron con su voto y su apoyo para la elección de la plancha de lujo. Todos ellos hasta ahora se siguen reuniendo para ver la forma de impedir que el Perú deje atrás, de una buena vez por todas, las cadenas del mercantilismo.

 

Luis Hernández Patiño
26 de septiembre del 2018

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