Cuando se disipe el humo

La necesidad de un gran pacto nacional

Aún entre los defensores de un Estado mínimo, se acepta por unanimidad que el esfuerzo principal para proveer de seguridad a la población debe hacerlo el Estado. La razón principal de existencia del Estado es la seguridad del ciudadano honesto. Sin ese requisito básico, cimiento de la idea misma de sociedad, cualquier sistema de gobierno se hace frágil. Nada bueno puede venir, por tanto, de priorizar la “piedad” por el delincuente condenado, por encima del derecho a la vida, a la propiedad y a la tranquilidad del ciudadano honesto.

Ningún país se ha hecho grande estimulando el odio o la desintegración nacional. Espero sinceramente que los insultos destemplados escritos por personas que creía ecuánimes y bien educadas, se extingan con el fin de la campaña electoral. Los deseos, ambiciones y apetitos, no califican como premisa lógica de ninguna afirmación. Tras las elecciones —disipado el hedor del estiércol repartido por calles, redes sociales y titulares— distinguiremos a los verdaderos peruanos de los meros residentes.

La patria requiere el concurso comprometido de sus mejores profesionales, para restaurar la perdida tranquilidad ciudadana, para retomar la senda del crecimiento y para que los efectos de este alcancen —por esfuerzo consciente y deliberado, no por chorreo casual— a los peruanos más pobres, más lejanos, más olvidados.

Lo peruano es por definición mestizo y proviene, mayoritariamente de la fusión de dos grandes afluentes culturales, originados en las faldas de los Andes y en la península Ibérica. España, el segundo de estos afluentes, comprendió, diseñó y ejecutó rápidamente, a la muerte de Francisco Franco, la necesidad de un gran pacto nacional que fije líneas maestras. A partir de este compromiso, España creció y obtuvo estabilidad durante cuarenta años. El incario se desarrolló y creció en la medida y durante el tiempo que primó el objetivo común. Los enfrentamientos fratricidas hicieron posible la anexión virreinal del territorio, la mal llamada “colonia”.

La decisión está una vez más en nuestras manos. El pueblo ha optado ya por la democracia, por el respeto a la propiedad (fruto del esfuerzo sostenido) y por la libertad. Votará este domingo por aquella opción que considere más adecuada para el fortalecimiento y crecimiento de estas, lo que pasa indefectiblemente por elegir a quien evidencia mayor compromiso y mayor capacidad para proteger al honesto del vil, acabando con la inadmisible impunidad y su pariente, la priorización de los “derechos” del delincuente.

Hemos sufrido cinco años de un gobierno que se ha dedicado a obstruir el desarrollo, mediante engorrosas barreras burocráticas y la desconfianza sistemática de la ciudadanía. Felizmente va terminando una administración que dificulta la vida del ciudadano honesto, llegando al extremo de postergar deliberadamente la promulgación de reglamentos para retardar leyes aprobadas por el Congreso (como la Ley de Armas, por ejemplo), empeorando la inseguridad ciudadana. No me cabe duda que la única razón por la que no avanzamos más hacia el abismo chavista no fue la falta de voluntad, sino la ausencia de capacidad.

Los peruanos necesitamos volver a avanzar, recuperar la tranquilidad y volver a sonreír con fundamento. Y eso solo será posible si, tras el fragor de las elecciones, nos alineamos todos en el esfuerzo para convertir todo el territorio nacional en un mejor lugar para vivir.

 

Dardo López-Dolz