J. Eduardo Ponce Vivanco

Cuando la política desconoce la realidad

Cuando la política desconoce la realidad
J. Eduardo Ponce Vivanco
27 de octubre del 2017

La ceguera frente a cifras, políticas y tendencias promisorias

 

La actitud instintiva de la oposición político-partidaria se expande con el eco que encuentra en los medios (radio, TV, prensa escrita, portales digitales o redes sociales). En ambos predomina la sospecha a priori, la magnificación del detalle defectuoso, la pasión por la crítica exagerada, la proclividad al linchamiento de ministros y funcionarios de nivel, la obsesión excluyente por la parte vacía del vaso, la ceguera voluntaria frente a datos, actos, políticas o tendencias promisorias, la firme convicción de que siempre vamos de mal en peor. ¿Por qué las cosas son así entre nosotros, a contravía de la admiración externa por el evidente y sostenido progreso del Perú desde la última década del siglo pasado?

No tengo una respuesta. Pero observo que un escenario tan feo y agresivo solo puede aterrorizar a las buenas personas inclinadas al servicio público, disuadiéndolas del peligroso paso de entrar a la política y enfrentar consecuencias personales y familiares indeseables. No puede ser más obvio que nuestro espacio político, malsano y tormentoso, está reservado a los audaces y mediocres; a quienes son capaces de pelear con las armas del “vale todo” y sobrevivir en un ámbito que espanta a las personas ajenas y sensatas. Basta con mirar el decepcionante Congreso de la República, tan cercano a la antigua y contagiosa vecindad del tribunal de la “Santa” Inquisición.

La paz que los diplomáticos construimos en nuestras fronteras no ha hecho carne en la política nacional. Algún “hado” maligno ha convencido a sus actores de que sólo una oposición sin cuartel ni contemplaciones puede llevar al poder a quienes fueron derrotados en las elecciones, impidiéndoles ver que, a su turno, ellos serán las víctimas de sus víctimas. Una rueda sin fin que alimenta especialmente a los principales abonados en la platea del teatro: los medios. Porque los ciudadanos y los agentes económicos —incluyendo, por cierto, a los informales— solo asisten ocasionalmente al teatro deprimente de la política nacional. No sorprende. Ellos trabajan para vivir y no pierden tiempo participando en un espectáculo tan poco atractivo. Felizmente, el país no vive de los políticos ni de los medios, aunque éstos sí tengan que vivir del país.

Es probable que el principal origen de la confusión que nos perturba sea la coexistencia de esos dos planos. El de la realidad política (gobierno, oposición, medios, analistas), y el de la realidad real (la gente que trabaja y produce en la vida y la economía formal e informal). A diferencia del primero, en este segundo plano hay consciencia del significado de indicadores y opiniones expertas que van desde el Banco Central de Reserva hasta el Fondo Monetario Internacional, pasando por los departamentos de estudios económicos de la banca nacional y extranjera. Los números del Perú apuntan hacia arriba, no obstante la política y el terrible freno del binomio formado por la oposición y los medios, además del conglomerado variopinto de la izquierda y los movimientos antisistema que no soportan el éxito del libre mercado ni su benéfica consecuencia: la progresiva y sostenible reducción de la pobreza.

 J. Eduardo Ponce Vivanco

 

J. Eduardo Ponce Vivanco
27 de octubre del 2017

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