Martin Santivañez

Crisis del mundo, crisis de Santos

Crisis del mundo, crisis de Santos
Martin Santivañez
05 de septiembre del 2016

“Cada generación de cristianos ha de transformar su propio tiempo”

Decía San Josemaría Escrivá de Balaguer que las crisis del mundo de hoy son, esencialmente, crisis de santos. De ausencia de santos, más bien. Razón no le faltaba. La canonización de la Madre Teresa de Calcuta nos deja muchas lecciones (la de la caridad, por supuesto, y también la lección de la misericordia), pero una de ellas, para mí sobresaliente, es que la sociedad sería muy distinta si un puñado de mujeres y hombres decidieran seguir el duro camino de la santidad en cada actividad humana. La vida de Teresa de Calcuta es sorprendente porque hizo del servicio a sus conciudadanos el leitmotiv de su día a día, contribuyendo con una vida entregada a solucionar los grandes problemas de su comunidad.

Ratzinger tuvo mucha razón cuando nos recordó la misión performativa del cristianismo, el imperativo de la acción social. El cristiano no sigue un programa político, no abraza una tendencia cultural, no practica ninguna ideología maniquea. El cristiano encendido es un sembrador de paz, un difusor del bien, un agente tenaz de la caridad. Para sembrar, difundir y convertir, el cristiano tiene que optar por el camino de la santidad, porque no debe “defraudar a Dios, ni a todas esas gentes que esperan del cristiano el ejemplo y la doctrina”. Por supuesto, esto se diferencia radicalmente de los falsos profetas que se presentan ante el pueblo como “la conciencia moral de la nación”, pero que no pasan de ser fariseos que buscan su propio beneficio.  

Del ejemplo y de la doctrina cristiana nacerán (han nacido) grandes beneficios sociales, políticos y culturales. La civilización occidental ha sido construida sobre el cristianismo y se mantiene gracias a este principio unificador. Si el cristianismo decae, Occidente se hunde. Lo mismo sucede con el Perú. Por eso, recuperar las raíces cristianas de la sociedad genera “más justicia, más comprensión, más respeto del hombre por el hombre”. Ciertamente, la vida de Santa Teresa de Calcuta es un magnífico modelo de lucha y dedicación. Pero no es un ejemplo proclamado para unos cuantos. Es un camino que la Iglesia Católica presenta a toda la humanidad.

Hemos de reconocer que, en una sociedad posmoderna y relativista, un día cualquiera de Teresa de Calcuta es más productivo que la vida entera de muchos que pasan por el mundo quejándose sin cambiar nada. No cambian nada porque pertenecen al mundo. Lloriquear sobre las cosas no es propio del cristianismo. El cristiano transforma, ilumina, eleva. No se conforma con pasar por las calles “narcotizando la vida del espíritu”.

La madre Teresa muy pronto se dio cuenta de que cambiar la sociedad en la que vivía formaba parte de su vocación cristiana. Por eso “cada generación de cristianos ha de transformar su propio tiempo”. Sin miedo, con inteligencia, usando la gran estrategia de la caridad allí donde uno está: en la universidad, en el campo, en la ciudad, en los medios de comunicación, en la empresa, en la política. Si la crisis es un termómetro de la santidad y la santidad es un camino abierto a todos, especialmente a los más miserables, como tú y como yo, entonces, ¿qué esperas?


Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
05 de septiembre del 2016

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