Dante Bobadilla

Crisis de valor

En el sector público a nadie le importa mejorar en nada

Crisis de valor
Dante Bobadilla
01 de marzo del 2018

 

Una vez más los pacientes sufren el pésimo servicio de salud en manos del Estado. Varias cuadras de madres con sus niños a cuestas esperan horas, desde la madrugada, para ser atendidas en el Hospital del Niño. En otro escenario, médicos de Essalud en huelga mientras los pacientes pierden las citas que han esperado por treinta días. Un señor se queja porque tiene más de dos años esperando una simple operación de cataratas. Ha pagado su seguro puntualmente, pero no tiene el derecho a ser atendido porque el servicio está en manos del Estado y nadie lo defiende.

No digo nada nuevo. Hasta debo cansar con esto que ya parece una letanía. La crisis de los servicios públicos de salud es pavorosa. Pero lo peor de todo es la tolerancia y complacencia con esta crisis que sí es verdaderamente abusiva. Los gobiernos solo atinan a arrojarles más dinero para aplacar a los médicos, porque los usuarios no le interesan a nadie. Y menos a los famosos “defensores del consumidor”, que solo son buenos para combatir a la empresa privada y atentar contra la libertad del mercado.

La clase política, dentro y fuera del poder, padece un marasmo espantoso frente a los problemas de los servicios públicos. Se parapetan detrás de la demagogia para evitar cambios: “quieren privatizar la salud”, alegan. Y exigen más de lo mismo. Lo que tenemos es una verdadera crisis de valor. Faltan pelotas para hacer reformas.

No se puede tener reformas sin valor para enfrentar a los demagogos populistas y contener a los vándalos que saldrán a protestar, asustando a los cobardes que de inmediato meten la cabeza en sus hoyos, borran sus firmas y se lavan las manos. Eso es una crisis de valor. Hay buenas ideas, pero falta coraje para defenderlas frente a la chusma, los demagogos y los farsantes de la prensa roja.

La crisis de valor es compartida por el Congreso y el Gobierno. En ningún lado hay la mínima intención de comerse el pleito de una reforma. Las únicas propuestas que prosperan son las del populismo chabacano, que atentan contra el libre mercado. El chavismo florece en el corazón de todo ignorante que no entiende los mecanismos del mercado, y pide que el Estado “defienda al pueblo” aplastando a la “empresa abusiva” que “busca ganar más”. Eso no es más que chavismo puro y demagogia barata.

Si no entienden los mecanismos del libre mercado creador de riqueza, menos deben entender los mecanismos perversos que predominan en el Estado, un sistema destinado al fracaso. Los servicios públicos fracasan porque en ellos a nadie le interesa lo que pase. El Estado nunca quiebra. El burócrata es un asalariado repleto de “derechos” al que nada le importa si los servicios mejoran o empeoran. Si mejoran no ganará más, y si empeoran no lo echarán del empleo. ¿Para qué esforzarse si al final cobrará igual y tiene el puesto asegurado para toda la vida? ¿Qué incentivo tiene un burócrata para prestar un buen servicio? Ninguno. Quien trabaja más cobra lo mismo que quien hace menos. En consecuencia, todo el mundo acaba haciendo menos hasta llegar a hacer nada. Cobran igual y nadie los bota porque tienen “derechos”.

El burócrata es dueño de su puesto y es capaz de generar mayores abusos que cualquier “empresa abusiva”. Toda burocracia sindicalizada se convierte en una mafia que solo lucha por sus propios intereses de grupo. Es una tiranía peor que la de cualquier monopolio privado. Pero a ellos nadie los ataca ni estigmatiza.

En el sector público a nadie le importa mejorar en nada. Sus sueldos no dependen de la productividad sino de la política. Por eso no les interesa que los servicios sean buenos o malos, o que la gente se queje, prefieren el chantaje sindical de las huelgas para ganar sus aumentos y demás prebendas. No hay pues ninguna razón para defender el sistema público. Siempre ha sido y será un fracaso permanente. Mientras los peruanos sigan idolatrando al Estado y odiando a la empresa privada, seguiremos padeciendo la crisis de los pésimos servicios públicos. Es lo que quieren.

 

Dante Bobadilla
01 de marzo del 2018

COMENTARIOS