CRISIS

Se requiere urgentemente de un sinceramiento cultural

“En un futuro no muy distante tendremos la capacidad de monitorear y estimular la actividad de células cerebrales individuales. Los científicos ya cuentan con los aparatos necesarios para hacer esto, por medio de una proteína fotosensible controlada por luz láser, cuyos rayos podrán estimular a las neuronas”.

Lo dice Gary Small. Profesor de psiquiatría y de ciencias de biocomportamiento en la UCLA. Uno de los referentes más importantes en el campo de las neurociencias. Quien también nos advierte lo siguiente:

“Tendremos también implantes mínimos en la cabeza, que le permitirán a nuestra mente conectarse a computadoras… A medida que nuestras computadoras se tornen más rápidas y más eficientes, y cuando esos implantes se vuelvan una norma, en lugar de discutir sobre la brecha cerebral entre generaciones, vamos a debatir las brechas que existen entre una computadora y un cerebro humano”.

“En un futuro no muy distante…” dice Small. Sabemos que por la velocidad de los avances científicos, ese futuro es inminente. Entre tanto y entre nosotros “en un presente no muy distante” —parafraseando a Small— vociferamos en marchas y contramarchas, en redes sociales y no pocos medios, reduciendo temas importantes —como educación y corrupción, que debían ser debatidos con visión de futuro y de propuestas— a “ovarios y huevos”. A “cabros, blancos con tendencia a la perversidad y otras atrocidades”. Como aquella expresión atroz, pero ilustrativa, del General Donayre —nada más y nada menos que ex comandante general del Ejército— quien dice que detrás del presidente PPK “está Satanás, y por eso Satanás lo va a agarrar por atrás”.

Más allá de que muchas de estas expresiones linden con lo psiquiátrico, lo cierto es que estamos ante la evidencia de una crisis política y educativa profunda, y que requiere urgentemente de un sinceramiento cultural. Porque lo que vemos y escuchamos nos machaca persistentemente acerca del fracaso de la educación en el Perú. Que no es de hoy (ahí vemos a autoridades y profesionales expresándose como lo hemos señalado). Ese fracaso lo seguirá siendo también mañana si no debatimos con seriedad —y con la participación de todos los involucrados, cosa que no se ha hecho— la propuesta del currículo nacional. Debate que debe estar exento de fundamentalismos religiosos, porque nuestro Estado es laico. Debate que no debe permitir la intromisión del Estado en decisiones familiares y personales. Debate, en fin, en el que no es interlocutor válido quien vocifera o dice defender una causa, pero lo hace por intereses subalternos.

No dudo de la buena intención en la formulación del currículo. Permítanme sí dudar —por eso la necesidad de debatir— de que la propuesta haya sido formulada partiendo de la realidad de las competencias y habilidades de nuestros profesores, y de la realidad del cableado cerebral de nuestros estudiantes en aula. No sé si ese currículo tiene una visión de futuro basada en la realidad social y cultural del país, y en lo que nos dice la ciencia respecto al futuro.

Según Joan Corominas, la palabra crisis —que significa “mutación grave que sobreviene en una enfermedad para mejoría o empeoramiento”, “momento decisivo en un asunto de importancia”— viene del latín ´crisis´ y este del griego ´decisión´ que a su vez implica ´separar´, ´decidir´, ´juzgar´.

De modo que toda crisis supone una oportunidad de mejoría. Precisamente si se separa, juzga y decide. Y todas esas acciones, para que conlleven mejoría, deben partir del sinceramiento, no de la rabia, la violencia o la ignorancia.

Eduardo E. Zapata Saldaña

Fotografía: Christian Quispe