Conflicto sociales y dinámicas del capitalismo

Reflexiones sobre el trasfondo de las protestas contra las grandes inversiones

Hace algunos meses, un informe publicado por el Instituto Peruano de Economía (IPE) señalaba que el costo económico de la paralización de los principales proyectos mineros era superior a US$ 21,000 millones. El dato es relevante ya que abre la discusión para explicar las causas del frenazo económico y la caída de la recaudación tributaria. Los conflictos sociales han sido una de las varias razones que, según el IPE, han detenido las inversiones mineras. En ese sentido, se han ensayado diversos análisis para responder por qué proyectos como Conga o Tía María, vitales para el país, se han frustrado. ¿Por qué surgen los conflictos sociales?

La izquierda y el movimiento radical aprovechan los conflictos sociales, pero no explican su génesis. Les dan -casi siempre- un programa, ideología. En casi todos los conflictos, los líderes y operadores de izquierda radicalizan las protestas y aparecen como delegados legítimos ungidos por el “pueblo”. Desde Cajamarca hasta Arequipa, desde Cusco hasta Piura, la izquierda lidera las violentas arremetidas contra la ley y el orden con saldos muchas veces trágicos. A menudo el principal argumento es la defensa del medio ambiente, no obstante, esas voces se apagan u ofrecen solo respuestas incoherentes frente a la degradación del medio ambiente por parte de la minería ilícita.

Los proyectos mineros o hidroenergéticos están obligados a presentar estudios de impacto ambiental (EIA), y además -según la ley- deben hacerlo con la participación, revisión y aprobación de los habitantes de la zona de influencia directa. Sin embargo, ni la sacrosanta prédica de defensa a ultranza del medio ambiente ni tampoco el ideologismo radical de la izquierda puede explicar sinceramente las razones de fondo que paralizan los proyectos mineros y/o hidroenergéticos.

En el conflicto de Tía María encontramos las dos factores unidos, la supuesta defensa del medio ambiente y la presencia de dirigentes de izquierda en primera fila, pero también aparecen, como financistas, los arroceros o cebolleros, es decir, productores agrarios. En Conga, Goyo Santos o Wilfredo Saavedra aparecen como los líderes, pero detrás de ellos están cientos de productores de lácteos locales. En Sechura, Piura, el liderazgo de Patria Roja contra la petrolera Savia no puede ser explicada sin reparar en el gremio de maricultores. Y la frustración total del proyecto Manhattan hace algunos años -en Piura- se explica por la presencia de los productores de limón o mango.  Hace poco, en Las Bambas, los costos económicos de la protesta los asumieron los proveedores locales (transportistas y hoteleros).

Observamos que en todos esos escenarios hay dos dinámicas del capitalismo. Las inversiones mineras y/o hidroenergéticas representan la primera dinámica del capitalismo. La segunda es el capitalismo representado por cientos de productores locales que, por sus debilidades competitivas, choca frontalmente con los primeros como cuando colisionan dos placas tectónicas. La primera utiliza las prerrogativas que la ley ordena, y la segunda, al verse superada, pelea con sus propias fuerzas convocando a diversos sectores - la izquierda incluida- a una férrea oposición.

Sesudos análisis se han detenido en el comportamiento político, los incentivos electorales o ideológicos de “brokers” locales. De igual manera, agudas investigaciones han tratado de explicar que el motivo de los conflictos es la gestión inadecuada de los recursos ambientales. No obstante no se puede explicar las protestas sin entender primero que hay dos dinámicas que pelean por imponerse.  

Por Iván Arenas