Gustavo Rodríguez García

¿Confiándole la educación al peor educador?

¿Confiándole la educación al peor educador?
Gustavo Rodríguez García
30 de junio del 2014

Sobre la injerencia del Estado en la educación universitaria

Hace algunos días se aprobó la propuesta del congresista Mora en torno a la regulación de la educación universitaria y que, entre sus novedades, está la creación de una Superintendencia presidida por una persona propuesta por el Ministerio de Educación. El proyecto aprobado es un absurdo pero, sin perjuicio de ello, resulta importante reflexionar sobre el porcentaje importante de población que apoya el proyecto mencionado.

El razonamiento de algunos defensores funciona así: “Existen universidades que ofrecen servicios educativos deplorables en el mercado por lo que debemos regular para asegurarnos de que la oferta educativa sea de calidad”. Un análisis elemental de esta afirmación revela que, bajo tal lógica, deberíamos regular a los bodegueros porque hay bodegas de mala calidad; deberíamos regular los restaurantes porque hay restaurantes de mala calidad y, en último término, deberíamos regular los caramelos, los chocolates, los panetones y el ají de gallina porque podrían ofrecerse en mala calidad.

Desde luego, una respuesta absurda pero popular sería la siguiente: “no pues, la educación no puede ser comparada con el servicio que presta un bodeguero o un restaurante”. Así, se atribuiría cierto carácter “esencial” o “especial” a la educación que haría inconveniente la aplicación de la “lógica del mercado”. Esta distinción es absurda dado que la misma nota de esencialidad podría atribuirse a la alimentación, a la vestimenta, a la vivienda y a un sinfín de productos o servicios.

¿Usted cree que el hecho que todos los profesores universitarios tengan maestría mejorará la educación? Lo único que generará es incentivos en ciertas universidades por buscar profesionales no por su experiencia o su solvencia académica sino porque tienen un grado que, en realidad, nada nos dice de sus conocimientos teóricos, su pericia práctica o sus habilidades pedagógicas. ¿Usted cree que una maestría o un doctorado deben tener un tiempo de duración específico para que sea de calidad? Ese razonamiento es tan absurdo como sostener que una maestría en alguna universidad mediocre de nuestro país (no diré nombres) tiene mayor rigor académico que una maestría en Harvard o Yale por el simple hecho de que tiene mayor duración.

Los peruanos han demostrado, con su apoyo a este proyecto, que tienen una fe ciega en el Estado. Advierten que hay algo malo y sugieren que hay que regular. ¿Quién regula al regulador? ¿La regulación no implica costos? El mercado puede permitir que existan universidades malas… y usted es libre de elegirlas. El Estado permitirá que exista lo que entienda como bueno… y usted solo podrá elegir lo que se ajuste al estándar establecido por el Estado. Si usted no puede pagar esa educación estandarizada… ¿ya adivinó lo que ocurrirá?... ¡exacto!.... no podrá estudiar. Los peruanos tenemos derecho a la educación y eso implica que tenemos el derecho de elegir entre educación excelente, buena, mala y basura. Sostener que la educación no es un servicio o una mercancía sujeta a esa regla elemental es como creer en Papá Noel o en el Ratón de los Dientes.

Por Gustavo Rodríguez

Gustavo Rodríguez García
30 de junio del 2014

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