¿Condenados a empobrecernos?

La tesis ambientalista que pretende restringir al máximo las emisiones de CO2

El camino hacia el infierno está empedrado de “buenas” intenciones y las semanas pasadas fueron ricas en pequeñas noticias preocupantes. ¿Cuál es el contexto? La tan conocida campaña “salvar a los osos polares”, en la que no hay límite para las fantasías alarmistas. ¡Qué importa si la población mundial de dichos osos (ursus maritimus) está hoy cerca de sumáximo histórico!

Noticias entonces. Empezó con esta nueva declaración de la ministra del medio ambiente de Francia, dixit: “porque ha habido una deforestación masiva que ha afectado también al calentamiento del planeta. Tenemos que dejar de comer Nutella, por ejemplo, debido a que está fabricado con aceite de palma”.

Rayos, dejar de comer Nutella. Suena chistoso pero, ojo, que los ecostafadores no se detienen en este detalle nutricional (que no forma parte de la canasta familiar peruana) sino que van mucho más allá, por ejemplo, en contra del consumo de carne. Los ejemplos de esta diatriba abundan, busquen en internet y encontrarán muchos de estos artículos.

Pero basta de burla e intromisión en nuestra dieta cotidiana. En efecto, soy un crítico del plan de reducción de emisiones de CO2 para el Perú, y cuando leo estos llamados a bajar el consumo de carne no puedo dejar de pensar en los peruanos que no tienen acceso a esa fuente de proteínas y que por eso son atacados por la anemia.

Pero lo peor está por venir. Ya les indiqué que el MINAM tiene planes drásticos, para un país emergente como el nuestro, de reducción de nuestras emisiones de CO2. Pero los sueños de los ecologistas radicales no se limitan a esto pues también les gustaría que se aprobara una ley de cambio climático. Me dirán que esto es puro palabreo, que no hay de qué preocuparse porque acá no se respetan las leyes.

Puede ser que me preocupe en vano, pero sería bueno mirar este suceso reciente: untribunal holandés ordenó al Estado recortar la emisión de gases de efecto supuestamente invernadero, a pedido de un “colectivo ciudadano” patrocinado por una ONG ambientalista. ¿El escenario les suena conocido? ¿Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia? A mi parecer es una historia ya vivida.

A pesar de lo que comenta el Papa en su última encíclica (a propósito, muy criticada), los lazos entre riqueza, esperanza de vida (o sea bienestar) y emisiones de CO2 son muy claros. Como lo recuerda Jaime de Althaus, “salir de la pobreza consiste precisamente en incrementar la capacidad de consumo”. Y producir cualquier bien de consumo (desde el agua potable que tomamos, la carne que comemos, hasta los zapatos que llevamos puestos) produce a su vez, directa o indirectamente, emisiones de CO2. A nivel global, reducir esas emisiones implica hoy -a menos que alguien pruebe lo contrario- reducir nuestra capacidad de consumo. En otras palabras, empobrecernos. A la luz de estos datos, les dejo a su juicio contestar la siguiente pregunta: ¿Quiénes serán los primeros y más duramente golpeados el día que -bajo falacias- el estado sea condenado a reducir sus emisiones de CO2?

Parafraseando el gran Frédéric Bastiat, podría decir que el cambio climático es la gran ficción a través de la cual los alarmistas tratan de vivir a costa de los demás. Ficción porque sus predicciones se basan en modelos computarizados que fracasaron en anticipar y explicar la actual “pause” de la temperatura.

Por Vincent Dumortier

08 – Jul – 2015