Jaime Chincha

Con la misma vara

Con la misma vara
Jaime Chincha
22 de agosto del 2014

¿Por qué se quiere impedir investigación de contratos a artistas en municipio de Lima?

No hay dolo si un Municipio contrata a artistas para que representen o convoquen un evento o campaña financiada con dinero estatal. Lo que activa la duda, primero, y podría desencadenar una investigación después, es que los artistas sean voceros políticos del que los contrata, esta vez, para defenderlo de una revocación. Si la transparencia no se enreda con entredichos, mucho menos se contamina con probables conflictos de intereses, ¿por qué se quiere impedir una acción de control a cargo de Fuad Khoury y sus subordinados?

Si bien la publicación de El Comercio puede ser discutible, en cuanto a la forma y una desaliñada diagramación, todo terminó en la trituradora de quienes se alternan la dirección del decano. Los aludidos –actores, músicos y una periodista– desplegaron su enfado en las redes y demandaron al diario rectificarse. Los contratos y el activismo van por separado, replicaron. La vacilación periodística permite hoy a los susodichos lanzar una campaña en la que resaltan su imagen de “incorruptibles” y zanjan el asunto sembrando la idea de que ellos no son pasibles de investigación porue su línea de pensamiento y acción se sostiene en lo “cuasi pulcro”. Pero nadie critica que defiendan a alguien sino que, si al defenderlo, lo hacen porque existen otros vínculos de por medio, más aún si estos se afianzan con el dinero de todos.

¿Hay entonces un conflicto, si acaso ético, no se diga ilegal, en un artista que defiende el puesto de quien resulta un asiduo contratante de su talento e imagen? Siendo en extremo suspicaces, que es como se piensa en el Estado por la corrupción que lo ha copado, uno podría pensar que solo cierto grupo de figuras públicas se beneficia con los contratos del Municipio, entre otras razones, porque piensa como la Alcaldesa de Lima. Desde las redes, cualquier indignado bien pudo reclamar favoritismo. Pero no. Así, sin objeciones y con un vínculo contractual de por medio, ese ramillete de estrellas se enroló en la campaña por el No, defendiendo a Susana Villarán de la revocatoria; es decir a quien los prefiere en sus campañas, ceremonias y afines, utilizando el presupuesto público.

Sin embargo, otra clase de celos y suspicacias se levantaron cuando, por ejemplo, Alan García dictó conferencias para los grupos económicos que mantuvieron una relación contractual con el Estado en su último gobierno. Entonces llovieron acusaciones destempladas, todas bajo el rótulo aquel de que la plata llega sola. Una publicación denunció el año pasado, con montos por cada charla cotejados con las licitaciones públicas del quinquenio aprista, que aquello sí era un ilícito pues resultaba inconcebible que García exponga ante los inversionistas lo que piensa y cree sobre el mercado y la economía.

¿Por qué quienes alentaron esa investigación a García, que finalmente no encontró desbalances ni entuertos, desacreditan hoy las legítimas pesquisas que podrían transparentar el uso de dineros del Estado? La misma vara debe medir a todos por igual, inclusive a los que se autoproclaman “los buenos” en la política. En democracia nadie tiene privilegios.

Por Jaime Chincha Ravines

Jaime Chincha
22 de agosto del 2014

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