Daniel Córdova

¿Cómo va a terminar el(la) próximo(a) presidente(a)?

¿Cómo va a terminar el(la) próximo(a) presidente(a)?
Daniel Córdova
11 de mayo del 2016

El éxito económico y fracaso político de los tres últimos presidentes

Durante los últimos quince años ha sido una constante: la economía peruana mantiene uno de los mejores desempeños de América Latina, pero los presidentes han salido con las más bajas tasas de popularidad. Por un lado, no han sabido conectar la política con la economía; por otro, no han podido implementar las reformas de segunda generación. Lo uno está relacionado con lo otro, porque si algo le hace ganar popularidad a un presidente es que se vea que ha generado un cambio positivo y sustancial, con reformas que lleguen hasta el ciudadano de a pie.

La pobreza del debate económico en la campaña nos anuncia la posibilidad de que volvamos a lo mismo. Si se va a regresar al 24x24 o vamos o no a mantener la CTS no hace gran diferencia. Lo que haría que un presidente por fin convierta el éxito económico en éxito político es una imagen de liderazgo real, basada en la generación de cambios estructurales y, va de suyo, una comunicación política que conecte con la gente.

En su momento fue lo que logró Alberto Fujimori. Las reformas que implementó en su primer gobierno fueron un claro ejemplo de un liderazgo positivo. La nueva Constitución se aprobó en un referéndum, por voluntad popular, lo que hoy se olvida alegremente. Y el 64% de votación en primera vuelta en 1995 fue, les guste o no a los antifujimoristas, el claro reflejo de que la mayoría de peruanos apoyaba lo que se había logrado en economía y seguridad. Tal fue la fuerza de su liderazgo que en el 2000, a pesar de lo mediocre de su segundo gobierno y de los escándalos de corrupción, su popularidad todavía se mantenía relativamente alta.

Toledo fue el primero de tres presidentes que repitieron el nuevo patrón. Hubo un momento en el que parecía que el país se le escapaba de las manos y hasta se escuchaban voces que llamaban a que se acorte su mandato. Pero luego la economía se empezó a recuperar y se diluyó ese riesgo, aunque el presidente continuó su caída libre. Y cinco años después hasta llegó a tener posibilidades de regresar, cosa que en 2016 fue imposible desde un inicio. Toledo ya fue.

El caso de García es “igual pero diferente”. Si después de aquel primer gobierno desastroso logró volver a ser elegido, no solo fue por el terror que causaba el Ollanta Humala “con polo rojo”. No. Si lo logró es porque ha sido el político más experimentado de las últimas décadas. Un gran orador —vamos, un encantador de serpientes—, pero no fue nunca un gran gobernante. Su gobierno se benefició de los altos precios de las materias primas y así, con todo, fue igual de soso que el precedente y el siguiente. Es decir creció sobre la base de las reformas de Fujimori a inicio de los noventa, en piloto automático. Y terminó bajo en popularidad. Tanto así que cuando quiso regresar le fue peor que a Toledo en su segundo intento.

Con Humala entonces se repitió el patrón. A diferencia de Toledo, su gobierno empezó con altísima popularidad, la de él y la de su primera dama. Pero poco a poco su debilidad política se fue haciendo evidente. Y es que confió el manejo económico a un equipo sin visión de desarrollo y ajeno a la política —como los anteriores, pero con aún menor convicción aun— liderado por la primera dama. Así, sin mayores reformas, Humala se va de capa caída, y Nadine Heredia también; ambos con el temor de afrontar juicios que, cuando menos, les complicarán el futuro político.

¿Cómo será con el próximo presidente? Tendremos que esperar Navidad para saberlo. Porque la campaña no es para decir lo que se va a hacer, sino lo que creemos que la gente quiere escuchar.


Daniel Córdova

Daniel Córdova
11 de mayo del 2016

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