Dante Bobadilla

Cómo protegernos de la gente buena

Cómo protegernos de la gente buena
Dante Bobadilla
13 de octubre del 2016

Aquellos que siempre están buscando solucionar los problemas de otros

La corrupción es un flagelo de la humanidad, aunque por acá abundan mentes escasas empeñadas en identificarla con un partido o institución. Sin embargo, hay modelos políticos que fomentan la corrupción desde el Estado, pues es donde tienen poder y dinero al mismo tiempo. Algo que caracteriza a esta corrupción es una curiosa obsesión por la obra social. La ignorancia y la sensibilidad social parecen estar conectadas, pues los mayores desastres de la humanidad fueron ocasionados por personas que tenían muy buenas intenciones en medio de una colosal ignorancia. Como ejemplos tenemos al general Velasco Alvarado, al joven Alan García (en su primer gobierno), e incluso a Hugo Chávez. Cualquiera de ellos resultó más devastador que el peor de los desastres naturales.

En la política estamos repletos de esta gente buena que anda desesperada por ayudar a los demás y resolver los problemas de la sociedad, de la humanidad y del planeta. Luchadores sociales que desean acabar con todos los problemas sociales mediante dinero público. Algunos se limitan a perpetrar leyes alucinógenas en defensa de cuanto ser indefenso encuentran en este mundo, empezando por los pobres hasta acabar en los animales. Se suman los defensores de la mujer, de los homosexuales, discapacitados, enfermos, niños, no nacidos y de la familia; también los que quieren salvar nuestras almas del fuego eterno del infierno. Hay los que nos protegen de los abusos de las empresas, los que se preocupan por nuestra salud y quieren salvarnos de la obesidad luchando contra los malos alimentos y la comida chatarra, etc. La lista de luchadores sociales miembros del Salón de la Justicia y sus grandiosas ideas es infinita.

Abunda en el Congreso gente buena deseosa de perpetrar una ley a favor de alguien, crear un derecho, a veces delirante como el “derecho al agua”. O un derecho costoso, para que lo pague la empresa privada o cargarlo a la cuenta del Estado, para variar. El cielo debe ser muy parecido al Congreso peruano con mucha gente buena preocupada por los demás. No sé qué espera la Iglesia Católica para canonizar a Yohny Lescano como un santo.

En el gobierno tenemos prácticamente una beneficencia. Casi la mitad de los ministerios se dedican al asistencialismo o a la defensa de complejos enigmas retóricos, como el medio ambiente o los “derechos humanos”, que hoy son ya casi cualquier cosa porque cada año nos inventan nuevos derechos. ¿Aún queda algo que no sea un derecho? Ahora se habla de los derechos sociales y hasta de los derechos de la madre tierra. Y no olvidemos a los animales. Con tantos derechos y luchadores sociales este mundo debería ser ya una maravilla. Estamos repletos además de nobles funcionarios dedicados a ayudar a la sociedad desde ministerios, secretarías, consejos, superintendencias, defensorías, etc. Todo es una maravilla.

¿Qué no es así? ¿Entonces qué falta? ¿Más leyes? ¿Más ministerios, superintendencias y reguladores? ¿Más luchadores sociales? No. Lo que nos sobra es precisamente gente que piensa de esta manera fracasada y que no tiene otro tipo de propuestas. Debemos encontrar el modo de defendernos de esta clase de gente buena, que vive preocupada por el bienestar de los demás, metiéndose en la vida ajena, dirigiendo la moral de otros, tratando de controlar la actividad de todos mediante leyes prohibitivas, compulsivas, punitivas, creando licencias y permisos previos, inventando “derechos” que otros pagan, etc.

Mientras tengamos a esta plaga de gente buena actuando convencida de que el Estado nos tiene que solucionar todos los problemas, no encontraremos la salida. Lo que padecemos es una crisis de gente buena, pero ignorante, ocupándose de los demás, buscando cómo solucionar los problemas de otros. Ojalá reformen el Estado para que vuelva a ocuparse de las tres cosas que realmente le atañen: seguridad, justicia jurídica e infraestructura. Mientras tengamos al Estado convertido en beneficencia, los pillos aparecerán como las polillas al encenderse los faroles, y nuestros problemas solo se incrementarán.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
13 de octubre del 2016

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