Victor Robles Sosa

CIDH, la misma historia

CIDH, la misma historia
Victor Robles Sosa
05 de mayo del 2015

¿Por qué el Perú siempre pierde todos sus casos ante la CIDH y la Corte IDH? 

Pocos dudan hoy del sesgo ideológico con que la Comisión interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte IDH interpretan y juzgan los hechos que se produjeron en el Perú durante la agresión terrorista de Sendero Luminoso y el MRTA. 

Ese sesgo se aprecia en múltiples decisiones. La más reciente de la CIDH ha sido admitir una demanda de 64 terroristas presos que exigen que se les libere e indemnice por haberse violado supuestamente su derecho al debido proceso. Este hecho ha motivado la protesta del ministro de Justicia, Carlos Adrianzén, y el respaldo del presidente del Consejo de Ministros a dicha reacción. 

Hace poco la Corte IDH falló a favor de la terrorista del MRTA Gladys Espinoza Gonzales, patrocinada por Aprodeh, y condenó al Perú que le pague US$105,000 por haber sido supuestamente violada en la Dircote, algo que nunca ha sido probado. 

Y hace unos años, en una sentencia a favor de Sendero Luminoso, la Corte obligó al Perú a “realizar un acto público de reconocimiento de su responsabilidad internacional en relación con las violaciones declaradas en esta sentencia en desagravio a las víctimas y para satisfacción de sus familiares, en una ceremonia pública, con la presencia de altas autoridades del Estado y de las víctimas y sus familiares”, y a “difundir dicho acto a través de los medios de comunicación”. 

El problema de fondo es que desde el 2000 se inició una política de concesiones políticas al terrorismo y de allanamiento sistemático ante las acusaciones de éste contra el estado peruano ante la CIDH y la Corte. Los hechos lo corroboran: 

- El 2000 entonces jefe del Gabinete de Asesores del Ministerio de Justicia Javier Ciurlizza inició conversaciones secretas con Abimael Guzmán a espaldas del presidente Paniagua, dándole concesiones. 

- En esos mismos días se designó como miembros de la Comisión de Indultos del sector de Justicia a funcionarios de ONG que patrocinaban legalmente a presos por terrorismo. Se indultó a presos cuyas peticiones habían sido rechazadas por la comisión Lanssier a pedido de la Dircote. 

- El Perú fue reincorporado sin reservas al ámbito de la Corte IDH a pesar que los partidos políticos habían acordado, en la mesa de diálogo de la OEA, regresar con reservas para los casos de terrorismo. 

- Se promovió la aplicación de la doctrina penal garantista que se resume en juzgar con mano blanda a los terroristas y con puño de hierro con los militares acusados por ciertas ONG. 

- Se instauró la política de “flexibilización” penitenciaria: Desapareció el régimen de rigor para los terroristas avezados y se les juntó con los arrepentidos; Abimael Guzmán tuvo acceso a teléfono, diarios y revistas, correspondencia libre y contacto personal con sus visitantes. Además, se cerraron los penales Challapalca y Yanamayo. 

Como resultado de esa política, hoy siguen en prisión solo unos 500 terroristas de más de 4,000 que estaban presos el 2000, La CIDH y la Corte IDH tienen parte de culpa, pero el problema mayor está en que, en mayor o menor medida, persiste la voluntad política de someterse al terrorismo. 

Por Víctor Robles Sosa
05 - May - 2015

Victor Robles Sosa
05 de mayo del 2015

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