Marco Sipán

Choledad y Política

Choledad y Política
Marco Sipán
17 de noviembre del 2015

“El pasado muere y renace con cada generación” (José Carlos Mariátegui.)

Mirar a nuestro futuro como país amerita estudiar la historia y evaluar el camino que nos falta recorrer para alcanzar el programa político por el cual luchamos los peruanos hace dos siglos. La modernidad con su ilustración generó ideas políticas sobre libertad, igualdad y fraternidad, que recorrieron el mundo y germinaron en el continente Americano. El proceso de Emancipación no solo fue una empresa militar, sino un despertar de una conciencia humanista, que anhelaba con las nuevas repúblicas asegurar libertades para los criollos, mestizos, indígenas, negros, mujeres, es decir, todo el “bloque de dominados”. Este proyecto fue hegemonizado por los criollos, que luego de establecerse con la estructura de la administración colonial, ejercieron el poder excluyendo a los demás sectores con los cuales habían enfrentado a los españoles. El incumplimiento del proyecto libertario inicial, vino acompañado con cincuenta años de caudillismos y la reproducción de la dominación de una élite, muy reducida, emparentada con las antiguas élites españolas que gobernaron el país excluyendo a la mayoría de la población, los “indígenas”.

Después de la Guerra con Chile, las distintas generaciones de intelectuales, en sus diversas versiones, evaluaron nuestra derrota.  Una de las explicaciones de aquella derrota, en la cual coincidían casi todos, era la fragmentación de nuestra sociedad. Esta fragmentación había sido la causa fundamental, por la cual, la nación no pudo enfrentar unificadamente al enemigo extranjero. Plantearon que el Perú tendría que unificarse a través de un sujeto social, este sería el mestizo, aquel sujeto modernizador. Incluso los intelectuales vinculados a la aristocracia, como Riva Agüero, se atrevían a decir que  querían un hombre peruano de piel y músculos cobriza, cholo, indígena y de alma occidental, europea, blanca. El “indigenismo” tendría su propia versión. Cada intelectual tuvo sus matices, pero en el fondo había una misma línea: unificar la cultura occidental con el hombre peruano. Y convertir a la educación en el elemento homogeneizador de la población. El Centenario produjo esta propuesta como sustento social y base de un nuevo Perú.  

Los años del conflicto armado interno demostraron que luego de cien años de aquel debate nunca se concretó el ideal de la unificación nacional a través del sujeto mestizo, cuya denominación con los años se acentuó con el nombre de “cholo”. Las reflexiones intelectuales no tuvieron un correlato con las políticas públicas ejercidas por los gobiernos civiles y militares del siglo XX. La guerra de Sendero Luminoso, además de lo catastrófico del conflicto, desmoronó también el ideal del mestizo pues aproximadamente 75% de las víctimas eran indígenas quechuahablantes.

Pero acaso ¿Los cholos no son quienes integrados dentro de todas las esferas sociales emergen activamente en nuestra sociedad? Por supuesto que sí. Pero este actuar del “cholo”, no es un proyecto colectivo, ni mucho menos un proyecto nacional. Los “cholos” no crearon un proyecto político que, vinculando la política andina y la occidental, se establezca como la base del Estado Nación, Mercado o la Democracia liberal, elementos de la Modernidad. La izquierda como la derecha del país, “racializaron” siempre sus relaciones con la masa indígena, vio el saber andino como “chamanería” o “folklore” y el saber occidental como “ciencia y verdad”. Por lo tanto, lo que hubo y hay es una yuxtaposición, se han asumido los intereses de la elite y del capital internacional como propios. Los “cholos” más que luchar por la consolidación de la nación, tras la integración del neoliberalismo como sentido común, dejan su condición social colectiva y aparecen como individuos. El “cholo” convertido en emprendedor emergente tiene como su máxima aspiración ser funcionario comercial, político o cultural de los grupos de poder económicos. Ejemplos, como los de los presidentes Toledo y Ollanta son imágenes perfectas.

El nuevo siglo nos encuentra con temas sociales pendientes y pueden generarse grandes reformas para ampliar la cobertura de derechos a todos, pero esto es factible si entiende la política como conexión entre el poder emanado de la gente y nuestra historia y nuestra cultura. Un avance es dejar de pensar en únicos sujetos, únicas ideas, únicos modelos económicos.

Por: Marco Sipán

Marco Sipán
17 de noviembre del 2015

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