Carlos Sotomayor

Charlatanes del verbo

Charlatanes del verbo
Carlos Sotomayor
23 de julio del 2015

Reflexión sobre las malas prácticas psicológicas de ciertos terapeutas “locos” por aparecer en pantalla

Una cámara de seguridad, estratégicamente instalada en la parte superior de la recepción de un hotel en Ayacucho, es la que registra, cuadro por cuadro, la violencia desatada por un joven. Las imágenes capturadas nos muestran, para nuestra sorpresa e indignación, a ese muchacho desnudo –luego nos enteraremos que se trata del hijo de un regidor de Huamanga– que persigue, alcanza y golpea salvajemente a una muchacha que, unos minutos atrás, era su pareja sentimental.

Condenable desde todo punto de vista. Debería recibir la sanción más ejemplar no sólo como un acto de justicia sino también como una no tan velada advertencia a tanto irracional que pulula por allí. Sin embargo, quiero referirme a otro suceso que me generó indignación. Indignación desde otra perspectiva, aclaro. Días después de difundida la noticia, me encuentro, tras despreocupado zapping televisivo, con una psicóloga que es entrevistada en el canal de cable de RPP. Esta señora habla sobre el caso en cuestión, enfocándose en el agresor.

No puedo dar crédito a lo que escucho. Con un desparpajo desbordante, la especialista sostiene más o menos lo siguiente: aquel joven debe responder psicológicamente a un tipo de persona callada, introvertida. Dichas personas, contenidas por mucho tiempo, son las que en un momento determinado explotan y sacan a relucir su temperamento violento. La escucho desconcertado, anonadado.

La terapeuta carece de información sobre aquel muchacho; apenas sabe lo que sabemos todos, luego de ver las condenables imágenes. No obstante, en un golpe de audacia se atreve a realizar una especie de diagnóstico. Es decir, toma un dato mínimo y lo utiliza para catalogar, etiquetar y clasificar a una persona.

Lo que ella debe recordar, porque lo sabe, es que cada individuo constituye un universo particular y complejo. Es verdad que se pueden establecer ciertas constantes entre causales y efectos, pero luego de un minucioso y responsable análisis. No existen fórmulas simples que funcionen para todos. Resulta tan ridículo como decir, por ejemplo, que las personas de baja estatura presentan un complejo de inferioridad.

Lo más lamentable es que el caso de la terapeuta en cuestión no es aislado. Vemos constantemente desfilar por los programas de televisión y radio a expertos diversos –psicólogos, psicoanalistas, especialistas en lenguaje no verbal, entre otros–, invitados a analizar, con aparente voz autorizada, sobre diferentes temas, desde los más triviales (léase, sobre los pleitos entre los personajes de la farándula) hasta aquellos que son serios (como el caso de la agresión, u otros políticos, incluso), trivializándolos.

En el caso de la entrevista que he mencionado, la culpa es compartida. Por un lado, el periodista que aparentemente no se da cuenta que su pregunta sobre el perfil psicológico del agresor es difícil, si no imposible, de contestar. Y, por otro, la psicóloga, quien debería ser más seria, antes de lanzar generalidades como verdades absolutas. En otra entrevista, a un psicólogo se le preguntaba si una persona que golpea a mujeres podía rehabilitarse. El especialista habló de estudios realizados, mencionó datos estadísticos, y concluyó en una probabilidad pronunciada de que no era posible o no de manera fácil. Distinta pregunta, distinta manera de contestar. Yo, a especialistas como la primera psicóloga, no le consulto ni la hora. Así de claro.

 

Carlos M. Sotomayor

23 – Jul – 2015

Carlos Sotomayor
23 de julio del 2015

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