Hugo Neira

César Acuña o la anomia al poder. Ora pro nobis

César Acuña o la anomia al poder. Ora pro nobis
Hugo Neira
01 de febrero del 2016

Sobre la naturaleza de una candidatura presidencial                        

Anomia quiere decir «una fracción de la población rechaza las normas de una sociedad» (Dortier). Surge como desviación y puede volverse una manera de vivir. El valle del río Apurímac y el Ene es anómico. Es patología individual con Durkheim. Con Mertón, sociológica. Hoy se vuelve política. Es concepto que vengo aplicando desde hace rato. En 1987, al volver de Europa, a pedido de Francisco Guerra García y Carlos Franco, escribí Violencia y anomia, la ruptura del paradigma de Hernando de Soto: no todo negocio que venía de abajo era saludable. Volví al tema en Hacia la Tercera Mitad (1996). Luego Rafael Tapia me pide que comente el libro de Matos Mar. Y escribí «Ilave y polladas» (2004). La anomia ya no era un asunto marginal. ¿Qué quieren que les diga? Ahora apunta a Palacio. Ora pro nobis quiere decir, «rezad por nosotros».

Juan de la Puente, sobre Acuña y los falsos títulos académicos, lo señala como «una mentira más en un mar de zapatillas y prendas de vestir con marcas falsificadas, medicinas adulteradas, beneficiarios “bamba” del Vaso de Leche y Pensión 65, certificados médicos comprados para lograr días de licencia, plagios en los exámenes para la carrera docente, sustitución de postulantes a las universidades, cobros disfrazados y adulteración de facturas». Sus consecuencias ético-políticas me recuerdan algo: “Violar la ley es estar en lo correcto” (el mexicano Aguilar Camín). La cosa es, pues, muy seria. ¿Somos una suerte de México pero sin partidos e instituciones? Bello panorama.

El pasado martes una periodista me llama. Me pregunta si César Vallejo, el poeta, tiene algo en común con César Acuña. Y me cuenta que habiendo iniciado unas entrevistas en las calles de Lima, una estudiante le dice con toda la ingenuidad del mundo que “va a votar por César Vallejo”. O sea, la amalgama entre poeta, universidad y el candidato de los falsos doctorados! Ella chocada, yo también.

No estoy en Perú pero ha sido una semana Acuña. Me llama un amigo peruano, Jesús Tovar, brillante investigador, con un estatus muy alto en la academia mexicana, y me cuenta que aplican potentes softwares para ampayar a los doctorantes que intentan plagiar tesis norteamericanas. Y había hallado la del profesor español Peña Calvo, de Oviedo, copiada a un 60% por ese señor que se hace el buenito y sonríe todo el tiempo. Y estaba tras otro plagio, esta vez en Colombia.  

Hay una crónica de Rafo León en el último Caretas, sobre su conversación con un operador de Acuña que conoció de casualidad en Chiclayo. El hombre le cuenta, «Oropeza le prestó su know how de un sistema de facturación doble». Rafo dice: «el emprendedurismo entendido como la absoluta carencia de escrúpulos (…) puede estar siendo reflejada por Acuña». No refleja, Rafo. La encarna.

A muchos les complica la vida los orígenes humildes de Acuña. También la izquierda tenía reparos en los inicios para criticar los crímenes de Sendero. Me decían: “Abimael no puede hacer eso, los muertos los siembra el ejército”. Seguimos siendo un país de autoengaños. Antes era la idea de que el pueblo no podía ser sino revolucionario. Hoy lo máximo es ser empresario. Y todo vale. El concepto de clase se ha disuelto en la sartén del mercado. Es un tiempo de identidades inciertas, de lumpenburguesías emergentes. Pero Acuña, a la informalidad que es muy variada, no la representa. No es Gamarra. Ni los Añaños.

2016, una sociedad de consumidores busca sus nuevos representantes. De pronto «la prosperidad del vicio» que es la ideología inconfesable de estos años, favorece a Acuña. Estamos viviendo los efectos perversos de la exaltación del dinero y el desatado optimismo. ¿A dos dedos de entrar a la OCDE? !Por favor…! Desde mi solitaria libertad, afirmo: después de la ocupación chilena en el siglo antepasado y de Sendero, Acuña es lo peor que nos puede pasar.

Por Hugo Neira

Fotografía: Biblitoeca para estudiantes en la Universidad de Harvard.

 

Hugo Neira
01 de febrero del 2016

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