Eduardo Zapata

Carta al doctor Vexler (2)

Fortalecer las competencias de los directores de escuelas

Carta al doctor Vexler (2)
Eduardo Zapata
25 de enero del 2018

 

Como es lógico, me es imposible saber si usted —o alguno de sus asesores o funcionarios— alcanzó a leer un artículo que bajo la denominación de “Carta al doctor Vexler (1)” publiqué en este mismo espacio la semana pasada. Con el mismo espíritu constructivo, me permito escribir estas líneas para hacer una propuesta adicional.

Todos los especialistas coinciden en que los directores de las escuelas gocen cada vez más de autonomía. De que sean capaces en la realidad de gestionar —académica y administrativamente— los centros de estudios que dirigen. Cada escuela —y ese es un ideal— debe ser resultado de la impronta de su director.

Lamentablemente, el centralismo de nuestra educación ha persistido y pese a los avances que se han alcanzado para ocupar el puesto de directores de una escuela —entre ellos los concursos— la gestión efectiva de dirigir se ve recortada en la práctica por el desconocimiento de algunas técnicas o por el peso de la burocracia. Ahora que se ha emprendido el camino de la meritocracia y de los concursos para ejercer el cargo de director, convendría que los nombrados y por nombrar afinen conocimientos y técnicas de liderazgo. Motivacional y transformacional.

El director de una escuela debe ser visto como un líder. Tanto al interior de la escuela como en el entorno inmediato de ella. Tanto para los profesores, estudiantes y padres de familia como para los actores políticos, sociales y económicos que contextualizan el quehacer educativo del colegio.

La nuestra es una sociedad con una grave crisis de valores. La nuestra es una sociedad en la que por la disfuncionalidad de muchas familias la escuela no es ya el “segundo hogar”, sino más bien el primero. Esa es nuestra realidad.

Los directores de las escuelas, pues, urgen de un fortalecimiento de competencias y habilidades para el liderazgo. Hay que devolverle al director, en la sociedad, el lugar que años ha tuvo. Sus capacidades para constituir equipos de trabajo deben trascender las aulas. Y ello supone aprendizaje y autonomía.

A propósito de las tutorías que planteábamos en un artículo anterior, y a propósito de esta propuesta de liderazgo dentro y fuera de la escuela, un experto —de muy buena fe— nos preguntó si había antecedentes de programas similares. Si no los había (y ese parecía ser el razonamiento) no valía la pena siquiera intentarlo. A pesar de que la realidad gritaba su urgencia y de que los estudios psicológicos en los cuales se basan estas propuestas son aceptados por la ciencia.

Nuevos alumnos tenemos en clase. Las sociedades todas se están transformando. No busquemos antecedentes de lo que no existía. Propiciemos que los directores de las escuelas constituyan una pequeña masa crítica pensante, capaz de motivar y liderar a sus profesores, a sus alumnos, a los padres de familia y a las comunidades todas donde actúan. Desburocraticemos nuestras mentes.

 

Eduardo Zapata
25 de enero del 2018

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