Dante Bobadilla

Candidatos como cancha

Candidatos como cancha
Dante Bobadilla
14 de enero del 2016

Explicaciones sobre la proliferación de candidatos

Parece que serán 19 los candidatos a la Presidencia, pero pudieron ser más. Muchos se quedaron con las ganas al no juntar las firmas necesarias. Sin este requisito podríamos superar los 30 candidatos presidenciales fácilmente. Esto es lo primero que debería llamarnos la atención, ¿de dónde salen tantos salvadores de la patria? ¿Qué los motiva?

En varios casos es evidente que existe una egolatría fabulosa, como el candidato Acuña, quien llega a ponerse de ejemplo ante los jóvenes diciendo que surgió gracias a la educación, cuando todo el mundo puede ver que educación es lo que más le falta. Acumular títulos no es lo mismo que tener educación, y menos, cultura. Es el mismo señor que se ufana de no haber leído un solo libro, lo que dejó en evidencia al no poder leer su discurso en el CADE. En su egolatría ha dicho que él lo ha conseguido todo en la vida y que solo le falta la Presidencia. De modo que su motivación es estrictamente personal y responde a sus afanes megalomaníacos, seguro de que con dinero lo puede comprar todo. Representa a la mafia universitaria que ha precarizado la educación superior estafando a la juventud con títulos sin valor.

En la categoría walking dead están los resucitados que regresan del ayer esperando volver al primer plano de la escena. Turistas políticos que viven en el extranjero, pero vuelven con el mayor desparpajo cada vez que se inicia una campaña presidencial. Así están Alejandro Toledo y Fernando Olivera, trepadores acostumbrados a subirse al carro del gobierno con la excusa de “permitir la gobernabilidad” y vivir luego del intercambio de favores políticos.

Luego tenemos a los iluminados que se sienten llamados por el destino para salvar a la patria, aunque en el mundo real no sean absolutamente nada ni nadie. Son los casos de Julio Guzmán y Verónika Mendoza, una jovencita reclutada por el nacionalismo para cargarle las agendas a Nadine y hacerle los encargos. Creyó ingenuamente en el discurso delirante de Ollanta. Luego salió decepcionada en el primer pelotón de extremistas que dejaron Gana Perú. Fiel creyente de todos los cuentos de hadas de la izquierda delirante, los que repite con candor mientras sus ojos brillan de ilusión y fantasía con tan dulce ingenuidad que hasta genera simpatía. Figura como madrina del manicomio mejor organizado del rojerío, donde cohabitan chavistas, antimineros y agitadores de todo calibre que constituyen el mayor peligro para el país.

Luego tenemos autistas políticos, personajes que no se sienten cómodos con nadie y prefieren vivir en su soledad. Incluso tienen ya su propio partido. Así se encuentran Antero Flores, Yehude Simons y Renzo Reggiardo, quien tras dedicarle su primer período parlamentario a perseguir a Manuel Burga y “arreglar” el fútbol peruano, de pronto, acabó convertido en “experto en seguridad” tras sufrir un asalto. En estos días no se cansa de llamar a cualquiera que quiera acompañarlo en su soledad. Parece que al fin encontró su alma gemela en el “Hermanón” Ricardo Belmont, otro eterno incomprendido político.

También hay harto pendenciero que son solo apostadores jugándose una tinka política para ver si se ganan alguito. Son los NN que nunca faltan en la cédula electoral. Hay otros que son viejos conocidos que pretenden capitalizar una fama de la que alguna vez gozaron, como Alfredo Barnechea y Pancho Diez Canseco. El primero se introdujo como un troyano dentro de Acción Popular. Es un caso de parasitismo político donde un personaje extraño pretende vivir en el cuerpo de un partido que languidece desnutrido por la falta de cuadros y de coherencia. Debe ser su última aventura electoral antes de la extinción.

Una verdadera reforma política tendría que estar orientada a evitar que un panorama electoral como el que tenemos pueda darse. Es urgente analizar y corregir cada uno de los vicios que vemos recurrentemente en los últimos 30 años. Desgraciadamente acá se privilegia la ideología “democrática” a la eficiencia electoral y política.

Por Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
14 de enero del 2016

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