Victor Robles Sosa

Candidatos al garete

Candidatos al garete
Victor Robles Sosa
03 de noviembre del 2015

Sobre la rara tendencia a buscar los votos de una izquierda huérfana de pueblo

Algo extraño está pasando en la política peruana. Todos los candidatos, con mayor o menor énfasis, se esfuerzan por mostrar un perfil de “izquierda” o “popular” mal comprendido, ante un mercado electoral que, según las encuestas, está mayoritariamente distante de esas posiciones políticas. Los sondeos electorales nos dicen, por ejemplo, que los candidatos izquierdistas no pasan aún del rubro “otros”.

Por ello sorprende que haya candidatos que se planteen estrategias de campaña que apuntan a ganar un voto que ha quedado reducido a su mínima expresión tras los fracasos estrepitosos de Susana Villarán y Ollanta Humala, en vez de competir por el voto mayoritario del nuevo Perú emergente, que está lejos del populismo y el estatismo.

En el 2011 que Humala no ganó por los votos de la izquierda sino por el voto de rechazo al statu quo: un Estado lleno de dinero pero incapaz de dar protección, infraestructura, servicios públicos de salud, educación, justicia, seguridad; y que encima acosa al emprendedor, lo asfixia con impuestos y regulaciones, empujándolo a la informalidad. Recordemos además que muchos votaron por Humala creyendo que, por ser militar, aplicaría mano dura contra ese Estado para acabar con el desborde de la delincuencia, que entonces ya se manifestaba.

De otra manera no podría explicarse cómo el Apra, que hizo un gobierno aceptable, sufrió un  descalabro electoral ese año, al sacar solo cuatro congresistas. La administración aprista hizo una buena gestión en Economía y Educación, pero no atacó al statu quo antipopular, sobre todo en materia de seguridad ciudadana, y lo pagó caro en las urnas.

Al parecer hay candidatos que confunden el rechazo popular al statu quo estatista ineficiente y corrupto con un supuesto descontento con el modelo económico, y en esa confusión articulan discursos que no sintonizan con el sentir ciudadano. ¿Creen acaso que los peruanos quieren cambiar la calidad de vida que tienen hoy gracias a la libertad económica, que cierren los centros comerciales y se vayan las miles empresas que hoy les ofrecen empleo e ingresos, en las ciudades y en el campo? ¿O que los jóvenes aceptarían que un smartphone, una conexión a internet o TV por cable se conviertan en productos de lujo porque hay que  mantener a más burocracia estatal?

El discurso político de cambio y progresista pasa hoy por confrontar ese statu quo que también se expresa en hospitales y postas médicas en los que se maltrata a los enfermos y se pone en riesgo su salud por las pésimas condiciones sanitarias, falta de médicos y medicamentos, en millonarias campañas de imagen de un seguro social que da una consulta médica tres meses después de solicitada. En escuelas deplorables que brindan una pésima educación que condena a los hijos de los pobres a la pobreza perpetua. En un estado que en lugar de perseguir y castigar al ladrón y al asesino les da impunidad a cambio de sobornos; que regenta chichodromos-fumaderos-escuelas del crimen en vez de penales; que a pesar de tener dinero en abundancia es incapaz de hacer obras públicas; y que en vez de apoyar al emprendedor lo persigue y le pone todos los obstáculos posibles.

El origen de los males actuales del Perú está en que se ha empoderado a una burocracia indolente e ineficiente, en vez de empoderar al ciudadano para que se libere de las trabas que le impiden avanzar y fiscalice a los burócratas. Esta es la gran reforma pendiente.

Mientras tanto, la campaña electoral avanza y parece imposible que los candidatos dejen de hacer populismo. Así es la política peruana. Alan García, el primero en lanzar su candidatura, no podía ser la excepción y ha prometido acabar con los services (otra vez), regular los intereses de las tarjetas de crédito, crear 2.5 millones de empleos y usar las Fuerzas Armadas contra la delincuencia, etc. No obstante, García ha presentado propuestas muy importantes: recuperar el crecimiento económico y el ritmo de reducción de la pobreza, y rescatar los proyectos mineros detenidos por este gobierno. Todo esto supone remover los candados con que el nacionalismo ha maniatado al modelo económico -basado en la inversión privada- que ha reducido la pobreza de 60% a 22%, y propiciado el surgimiento de la nueva clase media.

Con esas propuestas, García se ha posicionado al centro del espectro político, desplazando a Keiko Fujimori y PPK, quienes han apostado erradamente por aproximarse a una izquierda huérfana de respaldo popular. Keiko, por ejemplo, se excedió al culpar a la empresa de los conflictos sociales mineros, sin reparar que estos prenden en las comunidades altoandinas debido a la pobreza extrema que existe en ellas por responsabilidad del statu quo estatista y burocrático, que dilapida o es incapaz de invertir bien los ingentes recursos económicos que le provee el crecimiento económico.

La campaña electoral empieza a calentarse y seguramente después de las fiestas de fin de año cobrará fuerza. Veremos sin los demás candidatos optan por el sentido común político que, pese a la dosis populismo, muestra hoy García, o persisten en saltar al vacío.

Por Víctor Robles Sosa

Victor Robles Sosa
03 de noviembre del 2015

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