Dante Bobadilla

Cambio de piloto automático

Cambio de piloto automático
Dante Bobadilla
22 de septiembre del 2016

Reformas liberales para salir del estatismo intervencionista

Las palabras más repetidas en el mundo de la política son cambio, reforma y revolución. Claro que uno no puede tomarse a pecho los discursos de los candidatos, eso sería un exceso de ingenuidad, pero al menos deberíamos poder creer en sus sanas intenciones. PPK representó en algún momento una esperanza de cambio, en el sentido liberal del término. Muchos vieron en él la única posibilidad de reformas liberales en un país que se hunde en el lodo del estatismo intervencionista. Habló de reducir el Estado, disminuir ministerios, bajar impuestos, simplificar trámites, etc. Pero a medida que pasan los días es evidente que nada de eso será realidad.

Hacer reformas no es fácil. No solo se requiere visión sino, sobre todo, carácter. No es difícil saber cuáles son las reformas que se necesitan; PPK lo sabe, pero no tiene el valor para emprenderlas. En principio carece del respaldo político necesario, pero estando ya en la presidencia eso sería secundario si fuera capaz de lograr grandes acuerdos con el fujimorismo. Fuerza Popular no es un grupo antagónico. Tiene gente muy capaz y Luz Salgado ha demostrado su gran muñeca política en el manejo del Congreso. Si el gobierno tuviese la capacidad de llegar a acuerdos fundamentales con el fujimorismo podría dar el gran salto en el camino de las reformas. Y lo curioso es que el gobierno también tiene gente valiosa en el oficio político. Sin embargo no se observan las intenciones de acercamiento mutuo con miras a llegar a esos grandes acuerdos que el país reclama. Todavía andan perdidos en las minucias.

Todos hablan de cambios y de reformas, pero nadie quiere asumirlas. En especial si alguien tiene que salir afectado. ¿Pero desde cuándo los cambios no afectan a nadie? Desde luego que los cambios afectan y alguien tendrá que ser perjudicado con ellos, pero lo importante es que sean cambios para favorecer el futuro de las mayorías. No podemos seguir perpetuando los privilegios de una minoría con el sambenito de los derechos laborales, por ejemplo. No podemos seguir condenando a millones de personas con los malos o nulos servicios públicos por no atentar contra el mito de su gratuidad y universalidad. Varios hospitales se caen a pedazos de viejos y mal gestionados. Tal vez la seguridad ciudadana no se pueda privatizar, pese de la corrupción policial y las malas compras de patrulleros y motos, que lucen abandonados en almacenes de toda la República; pero la sanidad si se puede trasladar al sector privado, al igual que el servicio de agua potable.

De todos los obstáculos con los que hay que luchar para hacer reformas, quizá el más importante sea el de los mitos y taras mentales de las mayorías. Mucha gente vive convencida de que el Estado tiene que darles los servicios directamente. Nadie quiere pensar en fórmulas alternativas que solucionen el clamoroso fracaso del Estado en áreas como la sanidad, la educación y la seguridad. Por el contrario, persisten en su dogma y proponen ampliar presupuestos como gran solución. Esto es como estar patinando en el fango y no hallar más solución que acelerar más.

El país ya no resiste la incompetencia del Estado. Es hora de parar la mano y empezar a reducir ministerios, absorber organismos públicos sobrepuestos, desprenderse de burocracia y liberalizar el mercado laboral para que los trabajadores puedan ser absorbidos con facilidad por el sector privado. Hay que trasladar funciones del aparato público al sector privado bajo diversas modalidades; y dejar de sacralizar al sector público, que nada tiene de sagrado. Todo lo que se requiere es que el gobierno deje de ver al fujimorismo como rival y que ambos se sienten en la mesa a hacer un gran pacto por el país y con miras al bicentenario. De lo contrario, solo habremos hecho un cambio de piloto automático, una vez más.

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
22 de septiembre del 2016

COMENTARIOS